Los efectos de la inquisición en Extremadura. Los bnei anusim o la identidad criptojudía

06.08.2024

Texto: Juan A. Flores Romero

     En las últimas décadas del siglo XV, la actividad inquisitorial sobre los conversos se enfatizó de manera considerable. Uno de los hitos más destacados es la constitución del propio Tribunal de la Inquisición o Santo Oficio del cual tenemos sobradas pruebas en los anales de la Historia y en la propia historia del arte. Uno de los brazos más activos de esta nueva institución lo tenemos en la Puebla de Guadalupe en el año 1484, apenas una década antes de la consabida expulsión. Un miembro destacado de este tribunal fue fray Diego de Écija. El de Guadalupe no tuvo una sede fija, aunque las referencias a este municipio puede llevar a la confusión. Se constituyó como juzgado itinerante con la finalidad de acabar con "la cizaña de la herejía". Así se entendió desde los inicios y su actividad fue bastante implacable en todo el valle de la Serena donde las comunidades de cristianos nuevos y judaizantes eran bastante significativas. La presencia de este tribunal en Guadalupe se va extendiendo especialmente a los municipios de Puebla de Alcocer (Badajoz), donde aún se conserva la casa del inquisidor, y Belalcázar (Córdoba), ambas localidades en las inmediaciones del citado valle de la Serena. Una vez iniciada la cruenta actividad en estas comarcas, sus tentáculos abarcaban a otras localidades de la Baja Extremadura como Llerena, Jerez de los Caballeros, Zafra, Guadalcanal y Fregenal, con la sola intención de acabar con la herejía. Esa itinerancia llevó al tribunal también a Plasencia, una realidad documentada en 1499, una época en la que ya muchos judíos españoles estaban residiendo en la Raya portuguesa o en otras localidades lusas. En en esas fechas se comienzan a emitir las famosas "blancas" (monedas de uso corriente de Castilla que se han documentado en poder de familias descendientes de judíos y que tan sólo podemos constatar por tradición oral, aunque nos ha quedado la conocida expresión "estoy sin blanca"). Algunos judíos guardaron estas populares monedas así como otros objetos, especialmente las llaves de sus casas, que les recordaban su milenaria presencia en Castilla y su deseo de retornar, un hecho que, con excepciones, no se produjo hasta finales del siglo XIX a raíz de la admisión de población judía procedente del este de Europa que venían huyendo de los pogromos rusos y que contaron con aliados tan relevantes como el político español Segismundo Moret -que cuenta con un palacio en las inmediaciones de Guadalmez (Ciudad Real)-, por cierto, en muy mal estado de conservación, pero con restos de pinturas que aluden al templo de Salomón- o posteriormente con el "Moisés sefardí", el doctor Ángel Pulido, que rescató el ladino o judeoespañol de comunidades muy alejadas de España, y que se había conservado de generación en generación.

     Retomando el análisis de la actividad inquisitorial que limpió de herejía las tierras extremeñas, cabe afirmar que entre 1499 y 1524, el tribunal estuvo más presente entre Llerena y Plasencia, tomando como referencia este último año en que el tribunal ya se asentó definitivamente en esta última localidad, Llerena, en la que la presencia de judaizantes era bastante significativa. La obra "En el punto de mira de la Inquisición: judaizantes y moriscos en el tribunal de Llerena (1485-1800), de las autoras Isabel Testón, M. Ángeles Hernández y Rocío Sánchez, da buena cuenta de ello.


       El objetivo fundamental de este tribunal fue la comunidad criptojudía o marrana, los bnei anusim, que a duras penas fueron reconocidos por el estado de Israel como comunidades hebreas, al preservar ciertas tradiciones, costumbres y, sobre todo, la identidad judía a través de matrimonios, relaciones y lazos de amistad y comerciales entre sus propios linajes asentados a lo largo y ancho de Extremadura y la Raya portuguesa, e incluso con algunas familias de las que se exiliaron en 1492 con las que siguieron manteniendo un contacto estrecho. Se han documentado fuertes vínculos entre los marranos portugueses y comunidades en Países Bajos, Tánger, Estambul o Livorno, donde recalaron muchos criptojudíos perseguidos que fueron acogidos por estas comunidades en el exilio que mantuvieron la lengua castellana, el "djudío", como lengua familiar e incluso comercial ya que el hebreo, como muchos sabrán, era en esa época una lengua meramente litúrgica.

     Los judaizantes en Extremadura se contaban por miles y dan prueba de ello las interminables listas de procesados en Mérida, Guadalcanal, Albuquerque o Fregenal. No obstante, es curioso que dos terceras partes de las "acciones reprimidas" por el tribunal de Llerena entre 1552 y 1595 fuera contra cristianos viejos por diferentes delitos heréticos de índole supersticiosa, sexual o blasfema. En cuanto a la conservación de documentos inquisitoriales fue muy desigual  en los diferentes municipios del valle de la Serena y alrededores; mientras en Guadalupe se conserva el 50% de ellos, en Belalcázar tan sólo roza el 17%. Un caso llamativo de proceso contra criptojudíos  ocurrió en Guadalupe: un fraile, Diego de Marchena, después de treinta años de vida monacal, se descubre que no está bautizado y que practica en secreto la fe judaica dentro del monasterio. Otros 21 religiosos corrieron la misma suerte que él por su vinculación con la fe hebraica. Todos fueron procesados. Se calcula que un 17% de los efectivos del monasterio de Guadalupe se vieron envueltos en investigaciones de la Inquisición, lo cual nos indica que era fácil que en el seno de la iglesia se practicara el judaísmo, de hecho es conocido el caso del rabino Pablo de Santamaría que, convertido al cristianismo, terminó siendo obispo de Burgos. Desde las razzias antijudías de 1391, alentadas por el arcediano de Écija, fueron muy habituales las conversiones y el problema de los falsos conversos y la influencia que los aún judíos ejercían sobre sus hermanos de sangre, lo cual suponía un grave peligro para la Iglesia por la influencia que los hebreos ejercían sobre sus hermanos de sangre.

     En los primeros momentos del Santo Oficio, concretamente en 1485, se celebraron en Guadalupe nueve autos de fe con un resultado de 71 relajados en persona, 45 en efigie y 76 penitenciados con penas de cárcel o de destierro, por eso también muchos procesados se fueron desplazando por distintos lugares de la amplia geografía Extremeña y por los valles del Alto Guadalquivir. Una de las familias procesadas en Guadalupe fue la de Alonso Roznique. Tras el proceso, los huesos del cabeza de familia fueron desenterrados y quemados; Juana Gómez, su mujer, fue condenada a prisión perpetua y sus hijos desterrados. Otras familias de Guadalupe, como la del zapatero Maestre Pedro y su mujer Elvira Gómez, corrieron una suerte similar. Muchos judaizantes y conversos huyeron de estas comarcas debida a la acción implacable de Pedro Sánchez de la Calancha y Pedro Rodríguez de Peñalver, encargados de la limpieza de marranos en Belalcázar y Puebla de Alcocer entre 1485 y 1487, justo en los años previos a la expulsión promovida por los Reyes Católicos en 1492. Y entre este señalado año y 1497, en el sur de Extremadura se abrieron 559 causas contra judaizantes, siendo el año 1496 el que contó con mayor número de procesados, con 487 personas, y resultando las localidades con más judaizantes: Fregenal (135 personas), Llerena (115), Guadalcanal (99) y Zafra (37). En la población de Herrera del Duque se produjo una gran represión en 1501 con unos 70 encausados. Las décadas posteriores, y especialmente entre los años 1538 y 1561, la represión se acentuó más contra cristianos viejos por supuestas conductas heréticas, lo que nos indica que el Santo Oficio ya no sólo se centro en la población de origen hebreo. Mientras tanto, en 1536, Portugal instituía su propio tribunal que fue implacable contra los conversos. 

      Llegados a este punto, aclarar que la "relajación" era la entrega a la autoridad real de los condenados a muerte ya que sólo el brazo secular podía ejecutar en la hoguera. Los penitentes -que habían reconocido el delito- eran previamente estrangulados por garrote, y los impenitentes -que persistían en su error- eran quemados vivos. Durante la primera mitad del siglo XVI fueron numerosos los autos de fe a lo largo y ancho de la península y especialmente en Extremadura, Alta Andalucía y Portugal.

    La vida de los judeoconversos o bnei anusim (en hebreo) giró en torno a la integración en la vida ordinaria de la Iglesia, entre las prácticas ocultas de algunas familias y comunidades, como se atestiguó en Belmonte (Portugal), y la persecución o el destierro. Una de las prioridades de estas comunidades era ocultar sus apellidos y nombres, y cambiarlos por otros de origen castellano, si bien eran muchas las comunidades judías que ya venían utilizando apellidos peninsulares desde tiempo inmemorial. Según el investigador Enrique Soria, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba, muchos judeoconversos se apropiaron de apellidos de origen noble entre los siglos XVI y XVII para ocultar su origen. Los más acaudalados es más que probable que compraran hasta títulos de nobleza, ya que se constata la presencia judía en la corte de los primeros Austrias y que levantaron agrias críticas entre no pocos intelectuales de la época. Según el profesor Soria, en la época, el uso de los apellidos era "muy caótico"; la gente se ponía el apellido de la madre, de la abuela o de un tío e incluso los hermanos solían tener apellidos diferentes. En ese periodo van apareciendo apellidos compuestos que tomaban como origen uno ya utilizado previamente, y así aparecieron los Fernández de Córdoba, los Ramírez de Arellano o los Álvarez de Toledo, muchos de ellos de origen converso. Otros paisanos pudientes de origen judío contactaban con familias nobles venidas a menos para adoptar sus apellidos previo pago. Había que demostrar a toda costa esa limpieza de sangre que daba acceso a cualquier puesto relacionado con el nuevo Estado Moderno. Esto resultaba más común entre las élites económicas o comerciales que entre la población artesana o campesina. Era un reto borrar cualquier atisbo de pasado judío ya que la limpieza de sangre no tenía tanto que ver con la religión sino con la raza, con lo cual es un concepto moderno que se puede emparentar con el antisemitismo contemporáneo y que podríamos considerar un antecedente del mismo.

     La intervención de la Inquisición también fue muy destacable en el tribunal de Córdoba con ramificaciones en las actuales localidades jienenses de Úbeda y Baeza, sobre todo en época del visitador Alonso López entre 1574 y 1575. Lo cual nos indica que el periodo de mayor actividad del tribunal fueron los siglos XVI y XVII. Decenas de personas fueron procesadas por causas heréticas, falso testimonio, blasfemias, bigamia, pero también por judaizar como los conocidos casos de María de Olivares y García de Benavides y los reflejados en los extensos listados de enjuiciados en Andalucía.

     Este panorama nos indica la presencia de judaizantes en toda la geografía de las actuales provincias de Córdoba y Badajoz y la huella indeleble que dejó en tradiciones, en la cultura y en el legado de ciertas (o quizá muchas) familias que son conscientes de su pasado judío. No son pocos los "bnei anusim" que se han acogido a un retorno a la religión mosaica o, al menos, han mantenido un vínculo especial con las comunidades sefardíes y, por extensión, a la cultura hebrea. Ya no tanto por motivos religiosos sino por una preservación de la identidad cultural de unos antepasados que profesaron y transmitieron un legado milenario. No se nos puede pasar por alto que el pueblo judío guarda como valiosos tesoros la memoria y la transmisión.

     Mario Saban, director de Tarbut Sefarad, expresaba en una entrevista a un diario regional que "hay familias extremeñas que ocultan por miedo que tienen antepasados judíos conversos" o que "Extremadura está llena de antepasados conversos" (https://www.elperiodicoextremadura.com/extremadura/2014/01/19/mario-saban-hay-familias-extremenas-44671351.html). Y es que de la lista de criptojudíos perseguidos en España hay muchísimos de esta comunidad a lo largo de los siglos. Apellidos como Prieto, Cáceres, Sepúlveda, Rivas o Rojas abundan en esas listas de procesados y nos remiten a descendientes de conversos. La lista se completa con decenas de apellidos comunes, entre los que se incluyen los míos propios, y muchos de ellos utilizados por población actual. No olvidemos que los apellidos actuales son aquellos que un día los judíos adaptaron abandonando los suyos de origen como Leví, Cohen, Benveniste o Eleazar. Muchos apellidos fueron adoptados por la población conversa. A los anteriormente mencionados se han documentado familias con los apellidos: Amorós, Canet, Ferrer, Flores, Fortes, Grandes, Gual, Juan, Lucena, Llorens, Maldonado, Olivar, Pérez, Ramos, Sabater, Turiel, Ulloa, entre otros. En concreto, mi primer apellido, Flores, está muy documentado entre la población sefardí de Guarda (Portugal), Ciudad de México (México), Ámsterdam (Países Bajos), Curazao (Venezuela) y Livorno (Italia). En otros idiomas, los judíos también adaptaron el nombre de Fiori, Fleurs, Flowers o Blume. Existen ejemplos de judaizantes con mi primer apellido en los tribunales inquisitoriales de Lisboa y México, y es sólo un ejemplo de las decenas de apellidos que aparecen en listados de procesados por el Santo Oficio o en las comunidades sefarditas a lo largo y ancho del mundo.

     Hay tradición entre los judíos conversos -o no- de toda Europa de utilizar por tradición un nombre familiar judío y otro civil. De hecho, los típicos apellidos de los judíos alemanes tan populares por las películas sobre el Holocausto no fueron adoptados en masa hasta el siglo XVIII, a partir de la Haskalá o Ilustración judía, que apostó por la asimilación con el resto de la población cristiana para evitar discriminación y aprovechando, sobre todo, su condición de ciudadanos de pleno derecho, sobre todo a partir de la época napoleónica.

    Pero, ¿cuál es la postura actual por parte de las comunidades judías hacia los bnei anusim o descendientes de conversos? Si bien, tradicionalmente fue un tema poco conocido e incluso ignorado entre los judíos, poco a poco fue cobrando visibilidad sobre todo a raíz de la aparición de comunidades enteras de judeoconversos que habían pervivido durante siglos en la Raya portuguesa o en las colonias de Ultramar, manteniendo ciertas tradiciones que les acercaba o los identificaba con sus antepasados hebreos. Copiando las palabras del rabino Eliahu Birnbaum, "los bnei anusim son un tema vigente" y reconoce que "este tema es desconocido por parte del pueblo de Israel", si bien se les dio un reconocimiento especial e incluso muchos de ellos se han acogido a la expedición de visados israelíes. El rabino reconoce que "tuvieron que ocultar su judaísmo, pero esto no quiere decir que dejaron de ser judíos". Concluye con unas sabias palabras: "se debería instituir una vía entre los descendientes de anusim con Israel y el pueblo judío, que puedan tener una visa de entrada a Israel, que les permita visitar, estudiar y permanecer en Israel". Hay varios canales de You Tube actuales, como el de "Un baccari suelto en Israel" que en algún vídeo ha abordado esta cuestión con algunos de los bnei anusim que han decidido dar el paso de vivir en Israel con un permiso especial e indefinido, concretamente algunos miembros de la comunidad chueta de Mallorca, con toda seguridad, la más numerosa de España.

       Los bnei anusim, según la fuente "Shavei Israel" son un pueblo "emergiendo de las sombras de la historia" y apunta que "conservaron su identidad judía y continuaron cumpliendo secretamente con algunas de las costumbres y tradiciones de sus ancestros". Esa transmisión de costumbres se prolongó a aquellas comunidades que dieron el salto a Ultramar y que hoy residen en Brasil, Colombia, México, Costa Rica o El Salvador. También se han acreditado históricamente comunidades criptojudías en Sicilia tras la expulsión de los judíos en 1540 por el rey de Nápoles. Muchos conversos terminaron prisioneros en el palacio de Steri, en Palermo. Algunos de los descendientes de estos anusim viven hoy en Catania, Apulia, Nápoles y Palermo.

       Solamente queda mencionar que existen cada vez más publicaciones y artículos sobre los bnei anusim en la península ibérica como los de Anun Barriuso y J. M. Laureiro, que nos han mostrado hace algunos años sus estudios sobre las tradiciones populares y litúrgicas de los descendientes de conversos del área de Braganza y Tras-os-Montes (Portugal) .

       El Santo Oficio, en definitiva, puso en el foco de su investigación durante siglos a estos descendientes de judíos, muchos de ellos conscientes de su legado familiar y cultural y decididos a preservar ese patrimonio inmaterial a través del tiempo a pesar del estigma y la persecución. La vida de estos descendientes de hebreos discurrió entre la indiferencia cristiana, a partir de la abolición del Tribunal de la Inquisición en 1834, ya que el antijudaísmo secular prefirió obviar este asunto y centrarse más en que otras comunidades judías no tuvieran acceso a España, si bien desde 1881 y 1882 se produjeron los primeros acercamientos que ya se fueron normalizando con altibajos a lo largo del siglo XX, si bien aún sigue habiendo bastantes comunidades sefardíes que han preferido seguir viviendo en Tánger o en Gibraltar, preservando su amenazada lengua (el judeoespañol o djudío) y en el caso del norte de África o Canarias, mezclándola con expresiones árabes dando lugar a una variante: la haketía. En el Imperio Otomano ocurrió algo parecido con los "domne" o judíos obligados a convertirse  al Islam y que han sido conscientes de su pasado hebreo hasta la actualidad. Tal vez sea otro capítulo a escribir en las próximas décadas y que nos recuerda que la intolerancia no es patrimonio de ninguna religión sino que ha sido una tónica general a lo largo de los siglos. 





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