Los criptojudíos y el mesianismo de la moza de Herrera

17.03.2025


Autor: Juan A. Flores Romero

     En los apenas veinte años de inicio de la actividad del Santo Oficio, y en menos de una década del edicto de expulsión de los judíos de España, la vida de los conversos se hizo harto difícil; en muchos momentos insoportable. Un nutrido número de judíos fueron arrastrados a la pila bautismal en los últimos meses previos a la polémica decisión de los Reyes Católicos. Y ellos mismos llevaron de la mano a sus amistades a la sagrada pila ejerciendo como padrinos. Es el caso de los Pérez Coronel quienes, antes de bautizados, eran conocidos en Segovia y en toda Castilla como los Sennior. La historiografía se ha ocupado mucho más de la historia de las élites, de esas que incluso formaban parte del pueblo de Israel. No así tanto de aquellos que eran miembros del propio pueblo y que se ganaban la vida con oficios comunes como sastres, arrieros y peleteros. Tras la fatídica fecha de 31 de marzo de 1492, ciertas familias se vieron en el dilema de huir o de adoptar una fe que se les venía impuesta desde la propia Corona, y que iba a contar con el respaldo y la estrecha vigilancia del Santo Oficio. Por eso, muchos decidieron abandonar sus hogares para comenzar una nueva vida en otros sitios en los que no fueran reconocidos y así no perpetuar la mácula que les venía impuesta por el mero hecho de su origen hebreo.

     En los últimos años del siglo XV, se generaron diversas actitudes respecto a la acogida de la nueva fe impuesta: el catolicismo. La profesora María del Pilar Rábade ha distinguido cinco tipos:

- Los criptojudíos, que vivían en la clandestinidad siendo fieles a su tradición milenaria.

- Los escépticos, que se mostraban indiferentes tanto al judaísmo como al cristianismo y que veían en este último un mal menor para seguir sobreviviendo con cierta tranquilidad.

- Los dubitativos, que fomentaron una religiosidad híbrida y que albergaban en sus conciencias dudas acerca de las bondades de una y otra religión. Podría decirse que gestaron una religión judeocristiana con elementos de ambas creencias.

- Los sincréticos, que habían optado por una religión u otra pero que también tomaban inconscientemente doctrinas y tradiciones de la otra religión.

- Los cristianos sinceros, que habían descubierto en el cristianismo una religión más plena y se esforzaban por cumplir de la mejor manera con la nueva fe, adoptando creencias, ritos, oraciones, tradiciones, etc.

     Enrique Cantera plantea una suerte de "sincretismo inconsciente en las creencias y en las prácticas religiosas" de un buen número de judeoconversos, algo que, por otra parte, vamos a ver cómo afecta a la liturgia y las costumbres de la propia fe cristiana a lo largo de toda la Edad Moderna. No olvidemos que muchos sacerdotes, frailes o monjas venían de familias conversas. En un primer momento, los conversos experimentaron una deficiente formación en la doctrina cristiana por lo que seguían normalizando sus viejas costumbres litúrgicas, sociales, culinarias,… No había dado tiempo a que una adecuada formación en la fe fuese haciendo su trabajo en la transformación paulatina de miles de personas que apostaron que seguir viviendo en una España que les iba a tener siempre en el punto de mira.

     Una de las muestras de fervor entre los conversos más habitual era la de rezar de rodillas como ya lo hicieran en el antiguo Israel, si bien el judaísmo rabínico implantó la costumbre de rezar de pie o sentados para diferenciarse de la rama cristiana que surgió en el siglo I y que se separó de la tradición farisea. Pero por mucho que los cristianos nuevos quisieran parecer como aquellos que ya eran de viejas costumbres católicas, se resistían a abandonar, en algunos casos, de forma inconsciente, sus vetustas tradiciones hebraicas. Juana González que sirvió en la casa de Juan de la Sierra, en Ciudad Real, confesó a su familia que "los sábados se vestían de buenas ropas". También en el proceso contra María González, la mujer de Pedro de Villarreal, en la misma localidad manchega, realizó una declaración el 15 de julio de 1513 ante las autoridades inquisitoriales, expresando que varios conversos se reunieron en la casa de Fernando de Molina para judaizar y que algunos que salían a misa no iban sino a casas particulares de viejos hermanos de fe para seguir adorando a Adonai.

     En los años que siguieron a un movimiento mesiánico que se extendió desde Herrera del Duque (Badajoz) a muchos lugares de La Mancha, y que procederé a relatar, no faltaron declaraciones inculpatorias, fruto del miedo, ante el Santo Oficio como la de Luis Fernández, en 1503, vecino de Ciudad Real, que reconoció haber leído los salmos penitenciales judaycos: "rezaba los syete salmos penitençiales en ebrayco. E ansymesmo digo mi culpa, que rezé los maitines del çeliah". Este último término hace referencia al "selihot" o poemas hebreos de carácter penitencial.

     Los conversos habían quedado, por otra parte, huérfanos de líderes religiosos que les instruyesen secretamente en la fe hebraica. Por tanto, y dando la razón a E. Cantera, esto nos lleva a un sincretismo inconsciente o una especie de fe a la deriva. El Santo Oficio estaba más pendiente de sojuzgar y condenar que de formar a una población que procedía de prácticas y ritos judíos. Sin embargo, hay testimonios de que hubo quienes quisieron seguir practicando conscientemente los preceptos mosaicos e incluso ciertos miembros de la comunidad se erigían en líderes de los conversos como una suerte de rabí o líder espiritual. El ejemplo más claro lo tenemos en Juan González Escogido, vecino de Ciudad Real, que según el licenciado Fernando de Córdoba, residente en esta ciudad manchega, decía que "todos los conversos desta çibdad vivían como judíos y que los confesaba Juan Escogido". Por tanto, hablamos de un rabí y confesor de conversos algo inaudito en la fe hebraica y que nos traslada a ese sincretismo entre ambas creencias. Es posible que esos conversos viviesen siguiendo tradiciones familiares judías pensando que eran compatibles con una fe que les exigía una nueva liturgia y determinados sacramentos que, de alguna manera, estaban decididos a aceptar, como la penitencia. Esto también nos indica el grado de endogamia cultural entre los advenedizos al acudir a los actos religiosos con sus viejos hermanos de fe.

     Los aspectos más complicados en ese tránsito entre la fe judaica y la cristiana fueron los litúrgicos, aunque también las cuestiones doctrinales ya que, en asuntos como la resurrección, algunos neófitos no podían alcanzar a entender que hubiese otro juicio que no fuese el Juicio Final debido a que el concepto de una salvación individual e inmediata al momento de la muerte no está presente en la religiosidad judía.

     Otro de los aspectos de difícil asimilación por parte de los cristianos nuevos fue la idea de purgatorio, un concepto novedoso instalado en la iglesia desde el siglo XII. Este concepto teológico no pertenece al judaísmo pero es adoptado por los judeoconversos y así se atestigua en declaraciones de algunos informes inquisitoriales. Todos estos nuevos conceptos son asimilados con cierta rapidez por la masa de conversos que quisieron aferrarse a una tierra, Sefarad, a pesar de los rigores de la Inquisición, que iba a estar muy pendiente de sus movimientos, de sus ritos, de sus tradiciones familiares, de sus fogones o sus candelas de sabat. Algunos de ellos buscaron burlar conscientemente al Santo Oficio, otros estaban imbuidos de ese sincretismo inconsciente que les hacía seguir viviendo con cierta naturalidad aquello que habían practicado durante toda su vida.

     En este contexto se fue desarrollando, en varias localidades de Extremadura y La Mancha, una corriente que iba a poner en alerta a los inquisidores de aquel área geográfica y, más aún, cuando unos años antes, en lugares tan poco sospechosos como el monasterio de Guadalupe, se había procesado a varios frailes por judaizar. En este anochecer del siglo XV, cuando hasta los conventos eran investigados por el Santo Oficio, la chispa la prendió una inocente niña de apenas 11 años, Inés Esteban, residente en la localidad de Herrera del Duque (Badajoz), perteneciente al antiguo condado de Belalcázar, que había llegado al pueblo unos años antes, en 1492, de la mano de su padre toledano, viudo, y en compañía de su madrastra con la que iba a cohabitar en lo sucesivo, en el poco tiempo que a la niña le quedaba de vida. La pequeña ya había mostrado signos de poseer poderes extrasensoriales cuando en el otoño de 1499 comienza a tener unas visiones. De la mano de su difunta madre, Raquel, que murió cuando ella era muy pequeña, se embarcaba en viajes celestiales, atravesando una región del más allá donde aún permanecían las almas "en pena" y que algunos interpretan como el purgatorio. Gentes atrapadas en el sufrimiento y el dolor, que constituían la antesala de otro estadio mucho más agradable. Allí estaban las almas puras, cerca de la presencia de Dios, y se intuía la compañía del profeta Elías, que prometió ante la joven Inés salvar a todos los judíos sometidos a tribulación y a los conversos que dolorosamente habían abandonado la fe de sus ancestros, conduciéndolos a la Tierra Prometida, donde además se encontrarían con sus seres queridos, ya fallecidos, y donde Dios haría bajar una ciudad celestial donde no faltaría el pan y el pueblo de Israel hallaría la salvación. Estas visiones fueron respaldadas por otras tantas en algunos lugares no muy lejanos de Herrera. A la niña se la terminó apodando "la profetisa de Herrera" o "la moza de Herrera" por todas las señales que daba a sus convecinos de aquellos paseos al más allá en compañía de su difunta madre. Este movimiento espiritual atrajo a centenares de fieles judeoconversos que se plantearon volver a su vieja fe, retando de esta manera al Santo Oficio. Ciertos prosélitos de Inés Esteban habían pasado por el pueblo vendiendo sus mercaderías. Eran otros conversos que contactaban con comunidades de la región para comprar pieles u ofrecer sus productos como medio de vida. Otras tantas personas se enteraron por aquello que unos y otros iban comentando por los caminos: tratantes de ganado, viajeros, arrieros,… que fueron oyendo y comentando las nuevas que brotaban de aquel movimiento mesiánico que se gestó en torno a Inés Esteban. Incluso miembros de su propia familia respaldaron la narrativa de la moza apenas entrada en la pubertad.

     En el proceso de Mari Álvarez, de Puebla de Alcocer (Badajoz), se documenta un testimonio sobre el movimiento fundado por la profetisa de Herrera: "venía un ángel a ella, e que primero avía venido su madre, que era muerta, e que le pareçía que la llevaba el ángel a Purgatorio, e que veía allí muchos muertos e las penas que padecían".

     Estas visiones emparentaban con otras del Antiguo Testamento; nos recuerdan a la iconografía de la escalera de Jacob e incluso a la tradición cabalística en la que el árbol sefirótico sirve de mapa al estudioso para llegar a un conocimiento supremo, es decir, al keter, al mismo estado divino en el que se produce una unión mística con el Creador.

     El movimiento mesiánico también tenía un componente de rebelión contra los enemigos de Israel y contra la decisión plasmada en el Edicto de Expulsión de 1492. No olvidemos, además, que durante veinte años se está arrojando a conversos a las llamas, a la oscuridad de las celdas o a la ignominia. El mesianismo predica la destrucción de los enemigos de Israel, la reconstrucción del templo y la llegada de un reino de paz y que previamente los judíos serían congregados en la tierra de Israel. Por eso, en los sueños de Inés, hija de un humilde zapatero y curtidor de pieles, y donde se presupone una escasa formación teológica por parte de la familia, sorprende cómo estos elementos del mesianismo están muy presentes.

     La Inquisición fue implacable contra este movimiento que terminó extendiéndose por más lugares de la región. El fenómeno mesiánico pasó inmediatamente de Herrera del Duque a la Puebla de Alcocer. En estos dos pueblos, se produjo una larga investigación entre 1500 y 1502 porque hubo indicios de más manifestaciones "místicas". Una mujer de Herrera llamada Leonor de la Fuente testificó, el 3 de diciembre de 1500, contra otra vecina llamada Beatriz de esta manera: "dixo que ogaño por la Quaresma pasada oyó decir a Beatriz, fija de Luys Alfonso, carniçero, que avía visto a Moysén en su casa con mucho resplandor". Esto nos indica que el universo de las apariciones y presencias espirituales depende del contexto de la fe o cultura en la que se está inmerso; en el mundo cristiano la Virgen o Jesús; en la cultura hebrea, Moisés o Elías. Hay testimonios de que en esos días era el mismo Moisés el que se aparecía con forma de "ser de luz" a miembros de su pueblo perseguido; un icono que también nos recuerda al testimonio evangélico de la transfiguración en el monte Tabor, en la que Moisés, Elías y Jesús son seres revestidos de luz a la vista de sus asombrados seguidores.

     Uno de los focos de mesianismo que se inician a comienzos del siglo XVI, alimentado por el fenómeno de Herrera, viene de la mano del bachiller y mercader cordobés, Alonso de Córdoba Membreque, quien en marzo de 1500 vaticinó la llegada del profeta Elías, coincidiendo con Inés, para salvar a su pueblo, algo que ya venía predicando la niña de Herrera desde hacía unos meses. Los casos de apariciones y experiencias místicas entre judeoconversos proliferaron de forma espontánea en otros municipios, como es el caso de María Gómez, en Chillón, y el de un cardador de Almodóvar del Campo, también apellidado Gómez. Esos visionarios se aventuran en viajes celestes muy pegados a la tradición mística judaica veterotestamentaria y a la iconografía cabalística.

     Y no faltaron seguidores en ciudades más alejadas como Toledo. En concreto, Juan de Segovia, vecino de la collación de San Nicolás, en la ciudad del Tajo, dijo de Inés Esteban que no sólo sirvió de nexo entre Dios y su pueblo sino que fue testigo de la gloria y el purgatorio, dos conceptos muy arraigados en la fe cristiana y que los conversos ya comenzaban a hacer suyos.

     El movimiento mesiánico estuvo muy interconectado entre distintos lugares de La Mancha y Extremadura. Elvira Ruiz, vecina de Herrera, testificó contra María Gómez, vecina de Chillón: "e dende ocho o diez días, poco más o menos, vino la tintorera, que se llama Elvira Martínez, del pueblo de Chillón, e contóme commo le avían dicho que en Chillón avía venido a una moça que se llama María Gómez, que era ya casada, su madre, que era ya falesçida, e que le avía dicho que era elegida del Señor e que la llevarían al çielo, e los ángeles vernían por ella a donde verrá cosas maravillosas. E asy fue que fue llevada al çielo, e que dezía la dicha María Gómez que estavan aparejadas muchas buenas andanças para los conversos que ayunasen e guardasen el sábado e fiziesen otras çerimonias de la ley de Moysén, porque todos avían de ser llevados aquellas tierras santas de promisyon (…)".

      Los viajes celestes se habían convertido en una fuente de revelaciones y de contacto con el Altísimo que el pueblo quería llegar a comprender. En este sentido, el pueblo de Israel aún se sentía amparado por su Dios y no abandonado a su suerte en medio de las desgracias que desde finales del siglo XIV se cernían sobre las aljamas de Castilla. El sueño conecta con la revelación divina que está muy presente en la tradición veterotestamentaria. El viaje astral entra también en la más pura iconografía monoteísta desde tiempos de Enoc, pasando por Elías; Jesús y María, en la fe cristiana; o Mahoma, en la tradición musulmana.

     Los sueños y el abandono de la consciencia en estado de vigilia también forman parte de la experiencia mística del Renacimiento, como se puede constatar en los escritos de Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, ambos judeoconversos. Y la visión de las almas en el purgatorio y el cielo también conecta con las imágenes recogidas en la Divina Comedia de Dante Alighieri. Y, no menos importante, esas visiones místicas y simbólicas nos emparenta el caso con las imágenes del Apocalipsis de San Juan y las apariciones marianas que siglos después tendrán lugar en Lourdes, Fátima, Medjugorje o Garabandal.

     La veracidad de la experiencia mística de Inés Esteban, la profetisa de Herrera, se pone de manifiesto en un puñado de testimonios, que hacen referencia a cómo su cuerpo manifestaba signos poco normales en estado de consciencia, como una aparente ausencia de pulso o una excesiva frialdad en su piel. Así lo manifiesta Gonzalo Bichancho en una declaración el 31 de julio de 1501: "la prové una noche que me acosté con su padre por ver sy era verdad que subía al çielo, e que me levanté de la cama después de todos dormidos e la atenté la cara y la hallé más fría que la nieve, e la tomé el pulso e non la hallé pulso, e la atenté el cuerpo y las piernas por ver sy el spíritu era subido al çielo, e hallela más que la nieve, que sy no fue en el tobillo e en otro cabo non le hallé pulso".

     Las manifestaciones paranormales no dejaron de proliferar en la zona; avistamiento de extrañas luminarias, ángeles con ropas blancas y otros prodigios muy vinculados a las señales expresadas por los seguidores del fenómeno mesiánico. Diego García, residente en Siruela (Badajoz) expone que un vecino del pueblo le había confesado que "avían visto en la luna un onbre con una vara de oro en la mano, e pensaron que era señal. E este testigo le preguntó qué señal pensaban que era. E el dicho Rodrigo (Cordón) le dixo que pensaron que era Moysén".

     Todos estos signos y avistamientos fueron vistos y transmitidos por decenas de vecinos y el movimiento mesiánico pasó a Puebla de Alcocer, Agudo, Almadén, Chillón, Siruela, Talarrubias, etc, siguiendo las investigaciones de la profesora Rábade Obradó.

     Unos casos estudiados de este proselitismo "herreriano" fueron el de las hermanas Mencía y María Álvarez, muy apegadas a la niña visionaria y también vecinas de Herrera, aunque sus familias procedían de Chillón. Ambas ya habían sido procesadas allí siendo muy jóvenes y abjuraron de sus culpas en un acto celebrado en la villa de Chillón el 28 de enero de 1487. Se las acusó de respetar el sábado, cocinar en la víspera del día de descanso, ponerse ropas limpias en ese día y encender velas. También admiten rezar una plegarias judías que les enseñó su madre. Los maridos de ambas mujeres eran arrendadores de rentas, un oficio muy habitual entre los judeoconversos. Mencía estaba casada con Diego Álvarez y María con Fernando García del Erena. Las dos mujeres volvieron a la ley de Moisés y judaizaron según se concluyó en otra investigación iniciada en 1501.

     El origen de estas actitudes fue, sin duda, el testimonio de la moza de Herrera, Inés Esteban, que terminó siendo arrestada en abril de 1500 y, junto con otros familiares, dio con sus huesos en la hoguera el 3 de agosto de ese mismo año, en Talavera de la Reina, a la edad de doce años.

     Previamente a su ejecución, se sabe que muchos viajeros y comerciantes, como Juan de Segovia, que se desplazaba de Toledo a Herrera a comprar pieles curtidas, reciben una sorprendente información por parte del zapatero, Lope Donoso, que hablaba de las extrañas visiones de Inés. Muchos más son los que extienden las profecías de la niña por los caminos de Extremadura y La Mancha hasta tal punto de que, entre mayo y julio, víctima de su propia "revolución mesiánica", Inés es interrogada en Toledo por el Santo Oficio. Se presume que en su estancia en Herrera vivió en el barrio de la Tahona adonde llegaron familias de judeoconversos para establecerse en torno al año de la expulsión de España y de donde partió un día de primavera hacia Toledo para nunca volver. Entre los más fieles seguidores de la "mística", se hallaba Pero Fernández, vecino de Chillón, que testificó posteriormente contra Inés, y que se unió a los muchos conversos, entre los que abundaban zapateros y curtidores, que peregrinaban a Herrera para ser testigos de los mensajes de la niña. En una de las ocasiones, se afirmaba que la moza había bajado del cielo con una espiga, una aceituna y una carta.

     Elvira Núñez, esposa de Ruy Sánchez, habla a las gentes de esas visiones de Inés en las que vaticinaba que los judíos volverían a la Tierra Prometida y que Dios haría descender una ciudad del cielo donde todos participarían en un gran banquete cuando llegara el Mesías. Fernando de Belalcázar fue a Siruela para predicar a los conversos, en un ejercicio de apostolado, para comunicarles que Inés ya había estado en la Tierra Prometida y que había regresado con claveles y un manojo de alcacer, que es la parte verde de la cebada utilizada como forraje para el ganado. Y, según Rodrigo Cordón, vecino de Siruela, la redención se produciría en marzo de 1500; incluso se había fijado esa fecha, por medio de un ángel, para el 8 de marzo, así como el inicio de la peregrinación a la Tierra Prometida, el 9 de marzo. Un acontecimiento trascendental para el pueblo hebreo donde se pondría de manifiesto la gloria del Mesías, que incluso perdonaría a los conversos por haber renunciado públicamente a su fe y los admitiría en el seno del Pueblo Elegido. Esta idea salvífica guarda relación con la redención mesiánica y con la tradición del Éxodo.

     Entre los partidarios del fenómeno hubo muchos adultos y niños, que también fueron arrestados en Toledo para ser interrogados, como Inés García Jiménez, que fue detenida con tan sólo nueve años el 30 de septiembre de 1500. Era hija de Marcos García, un herrero converso de Puebla de Alcocer y de Leonor Jiménez. El padre denunció posteriormente a un tintorero de Herrera por judaizante, lo cual indica que el Santo Oficio infundió el terror entre aquellas comunidades que estaban siendo meticulosamente investigadas con el objetivo de erradicar tan peligrosa herejía. Inés García fue sentenciada el 16 de marzo y condenada a hacer penitencia y procesionar en un auto de fe, y entregada a una familia cristiana para ser educada. En estos casos, era muy habitual separar a los niños condenados de sus padres para recibir una educación cristiana con otras familias. Uno de estos infantes seguidores de la moza de Herrera fue Rodrigo, Hijo de Juan López que, posteriormente, denunció a un vecino de Puerto Peña por haberle contado esta historia, acusándole de proselitismo. Otro niño seguidor de la profetisa fue un hijo de Juan González Crespo, de Puebla de Alcocer, y su hermano mayor, Alvar González. La familia se dedicaba al mercado de pieles y solían visitar con frecuencia Herrera. En esta familia, el movimiento reavivó la fe dormida y varios miembros de la familia vuelven a las costumbres hebraicas como respetar el día de descanso y ponerse ropas limpias el sábado, así como practicar ayunos y respetar las mitzvot e, incluso, parece ser que muchos conversos en la Pascua de ese año 1500 comieron el matzá como signo de adhesión a la fe de sus ancestros. El hijo pequeño de esta familia de Puebla de Alcocer fue procesado, pero, tras ser defendido por el letrado Diego Téllez, este terminó siendo tutor del niño que sólo fue castigado a realizar penitencia.

     Entre la masa de niños que atrajo este movimiento se encontraba también Beatriz, que fue entregada al secretario Luis de Toledo y Juana García para ser reeducada por ellos en un ambiente cristiano. Esta niña era familiar de Inés Esteban y, como ella, huérfana de madre. Oyendo a la profetisa, imaginó que volvería a reunirse con su difunta madre en la Tierra Prometida, y por eso se adhirió a aquel movimiento que promovía el retorno a la fe mosaica.

     La nómina de menores imputados en Herrera, entre los 10 y 13 años, fue bastante extensa. Isabel, hija de Rodrigo de Villanueva y de Isabel de la Fuente, es uno de estos nombres. Otras, como Isabel Bichancho, fue delatada al Santo Oficio por su propia madre quizá para evitar males mayores en la familia, y Beatriz Alonso fue víctima de abandono por parte de sus padres, que decidieron huir sin ella a Portugal. La niña fue una fiel compañera de Inés y se reafirmó en su judaísmo con apenas 13 años, llegando a compartir también visiones con la profetisa de Herrera. El hábil y valiente letrado Diego Téllez, muy nombrado en los archivos inquisitoriales que manejan los eruditos en el tema, la salvó de la hoguera pero nada pudo hacer para evitar la prisión perpetua.

     En aquellos primeros años de la expulsión, muchos hebreos que llegaron a Portugal desde Castilla decidieron retornar y se asentaron en Extremadura. Y entre conversos portugueses y extremeños hubo mucha relación histórica como ya señalara el profesor Haim Beinart. Este autor israelí también hace referencia al caso de la moza de Herrera. Según sus palabras, "resulta curioso este encuentro de las profetisas en el cielo… La Biblia sólo menciona a una nieta del patriarca Jacob, Séraj, hija de Aser". Esta mujer bíblica, así como los ya mencionados Enoc o Elías participaron también en esos viajes místicos.

     La Inquisición ya preveía esos movimientos de reacción contra la santa fe católica y por eso estuvo muy vigilante desde los años ochenta del siglo XV en las poblaciones de Puebla de Alcocer, Belalcázar y todas sus zonas circundantes. Es posible que algunos de esos rescoldos que sobrevivieron al movimiento mesiánico pudieran servir de germen o de combustible para el movimiento de los iluminados, muy presente también en tierras extremeñas durante la Edad Moderna y que reivindicaba la posibilidad de la salvación por medio de la oración, al margen de ritos y dogmas difundidos por la jerarquía católica, rechazando cualquier indicio de autoridad espiritual. Los iluminados o alumbrados eran parte de aquella corriente mística a caballo entre la fe cristiana, la religiosidad mendicante y las nuevas sensibilidades que procedían de los cristianos nuevos. Es posible que en su desarrollo tuvieran cabida los miles de cristianos nuevos que se debatían entre una fe extinta y una que no terminaba de abrazarles como iguales.

     Vinculados o no, el siglo XVI, comienza en tierras extremeñas con un potente movimiento mesiánico protagonizado por una niña de apenas 11 años y que puso en jaque a las autoridades eclesiásticas y al Santo Oficio, que no escatimó medios para acabar con él de forma contundente. Un movimiento que reavivó la fe de miles de conversos que se resistían a abandonar la más mínima esperanza de salvación en un medio hostil presidido por la duda y la sospecha, y que puso en jaque a familias enteras diseminadas en ciudades y aldeas que, en medio del polvo de los senderos, aún ansiaban una respuesta a su eterna desdicha.


Bibliografía (artículos)

- Enrique Cantera Montenegro. "Sincretismo cristiano-judío en las creencias y prácticas religiosas de los judeoconversos castellanos en el tránsito de la Edad Media a la Moderna". UNED.

- María del Pilar Rábade Obradó. "Herejía y utopía en la Castilla de los Reyes Católicos. Los conversos y la esperanza mesiánica". Universidad San Pablo-CEU.

- María del Pilar Rábade Obradó. "Dos hermanas ante el tribunal de la Inquisición: los procesos contra Mencía y María Álvarez (1500-1501)". Universidad Complutense de Madrid.

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