Judíos y cristianos nuevos en Hervás

23.11.2024

AUTOR: MANUEL MARCIANO MARTÍN

Las raíces judías de Hervás son incuestionables. En mi discurso de ingreso en el Centro de Estudios Bejaranos: 'La invención de la tradición judía de Hervás', he expuesto los últimos avances historiográficos. El judaísmo cobró vida en la Extremadura rural cristiana a finales del siglo XIV. Las persecuciones antijudías promovidas en Castilla y Andalucía originaron una dispersión migratoria desde los grandes núcleos urbanos a las comarcas cacereñas del valle del Jerte, la Vera, Arañuelo, Campo de Montánchez, Ambroz, Sierra de Gata, el Salor, etc. Preferentemente lugares administrados por las órdenes militares y la nobleza feudataria: los Alba, Oropesa, Valverde, Zúñiga. Las seis comunidades que funcionaban en la provincia de Cáceres en el siglo XIII, Cáceres, Plasencia, Coria, Trujillo, Alcántara y Valencia de Alcántara, evolucionaron en más de cuarenta en el ecuador del siglo XV. Una de ellas fue la de Hervás.

El linaje de los Zúñiga marcó la vida política del señorío de Béjar, y de Hervás, de 1396 a 1816. En Hervás vivían en torno a unas 45 familias. Los linajes Escapa, Cohen Y Mahejar. También utilizaron apellidos vinculados con la cultura cristiana, como Vidales. Y con la cultura musulmana, como Abenfariz. Los judíos usaban el mismo tipo de vestimenta que los cristianos. Ejemplo de ello fue que en las campañas de discriminación de 1412 y 1480 conminaron a los judíos a llevar obligatoriamente un distintivo cosido en la parte exterior de la ropa, la rodela bermeja, para ser conocidos por las calles en su ley y hábito.

En cuanto a la estructura social, la aljama judía era una institución autóctona. Disponía de un estatuto jurídico, conforme a las leyes de su tiempo, representado por el juez (dayán) y rabino, además del tesorero, escribano, conserje (samas), tasador de impuestos, recaudador y veedores. La única aljama del señorío de Béjar residía en la villa. Controlaba la vida de las comunidades del señorío, donde pagaban sus contribuciones fiscalizadoras. Jacob de Ruego, recogedor del impuesto de la alcabala del vino judiego hervasense, depositó los tributos en don Mosé Çerfati y en rabí Yudá de Castro, vecinos de Béjar. De las actividades profesionales, rabino Samuel ejerció la medicina y don Shem Tov se dedicó a la elaboración de paños. Algunos judíos gozaron de prestigio social, como don Shem Tov, cuyo título otorgaban los cristianos a los que disfrutaban de reputación en el lugar.

Las familias no se aglutinaron en un solo lugar, sino que se esparcieron por los lugares de la Alta Extremadura. Los Agi moraban en Hervás, Béjar y Cabezuela del Valle. Los Cohen residieron en Hervás, Béjar, Plasencia, Jarandilla, Trujillo y Valverde de la Vera. Los Molho, en Hervás, Cáceres, Plasencia y Trujillo. Los Salvadiel, en Hervás, Garganta la Olla, Jarandilla y Plasencia. Y los Mahejar, en Hervás y Aldeanueva del Camino. Es posible que los judíos practicaran la endogamia marital y profesional con familias del entorno. Tras la conversión, cristianos nuevos de Hervás contrajeron vínculos con los Hernández y López, de Aldeanueva del Camino; los Gómez Arias y López de Hontiveros, de Montemayor del Río; y los Aguilar, de Cabezuela del Valle.

Más que de tolerancia, deberíamos hablar de cohabitación forzada. Paradigmas de la coexistencia cultural entre las comunidades judía y cristiana fueron la formación de apartamientos judíos en Plasencia, Cáceres y Trujillo, en 1480. En Cabezuela del Valle y Jaraíz de la Vera, poco después. O los sucesos aciagos, como la imposición del distintivo de la rodela en Trujillo en 1486; las restricciones en el horario comercial; la calumnia del apedreo a la cruz de Casar de Palomero, en 1488; la prohibición de ejercer determinados oficios en Plasencia en 1491. O el encarcelamiento por la familia Zúñiga de la élite judía de Béjar para forzar su conversión al cristianismo, y de la familia Abravanel en la ciudad de Plasencia.

En la génesis de la historia medieval, los judíos de la Alta Extremadura vivieron en una judería de carácter abierto, no restrictiva, formada por una o dos calles. La de Cáceres, la más extensa de la provincia, tuvo cuatro en 1480. También moraron fuera de la judería. En Béjar, la comunidad residió en la judería, que estaba en la calle Parrillas, y en la Alcaicería y la calle Mayor. En Plasencia, en la judería de la Mota y en la Plaza Mayor. En Coria, en la judería del Albaicín y la Plaza Mayor. Con la excepcionalidad de los guetos marginales auspiciados por la corona en Badajoz, Cáceres y Trujillo, en 1480. En 1488, los guetos transcendieron a otros lugares de señoríos, como Granadilla, tierra del duque de Alba, y Burguillos del Cerro, feudo de los Zúñiga.

Hervás no fue ninguna excepción. Una comunidad judía integrada por unas cuarenta y cinco familias no pudo habitar una judería de diecisiete calles, más de trescientas casas, como sostienen sin fundamento los diseñadores del mítico barrio judío. La judería fue mucho más reducida. Se circunscribió a las calles Rabilero y Vado, en el barrio de Abajo. La calle Corredera y, posiblemente, la Plaza, en el barrio de Arriba.

La comunidad judía dispuso de un oratorio sinagogal, que la tradición oral sitúa en la calle Rabilero. En la actualidad, es un edificio privado muy transformado. Tras el abandono forzoso del edificio, en 1492, Ferrando de Moreruela expropió el mobiliario con la excusa de que los bienes patrimoniales pertenecían al prelado de la iglesia catedral de Plasencia.

La comunidad judía fabricó el lagar artesanal de vinos donde elaboraba el vino kasher, considerado apto para el consumo según las prescripciones de la dietética alimentaria judía. El edificio, ubicado en la calle de la Amistad Judeo-Cristiana, estaba compuesto por una sala reservada para la viga lagareña con la prensa de madera, los pilones y una bodega. Tras el edicto expulsorio, los cristianos nuevos fundaron la cofradía de san Gervasio con el objetivo de preservar los viñedos donados por los judíos exiliados y la propiedad del lagar comunal de vino. El lagar de vino fue privatizado en el siglo XVIII, remozado como lagar de aceite.

La calle de la Corredera (hoy, Relator González) es una de las más antiguas de la población. Ya existía en el siglo XIV, como el Collado, Centeneda (hoy, Centiñera) y la Plaza. En la Corredera vivieron cristianos y judíos. Fue la residencia de Alonso Sánchez, alias el Montero, fundador de un hospital de caridad en 1395. También vivió el sacerdote Juan Bajo, natural de Baños de Montemayor. Ferrando de Moreruela, en una casa que trocó a los judíos expatriados. Y cristianos nuevos en los siglos XVI-XVIII.

Ignoro si Hervás tuvo cementerio judío, como aconteció en la villa de Béjar, Coria, Plasencia y Trujillo. Hubo comunidades que se desplazaron más de treinta kilómetros para inhumar los restos mortales de sus difuntos en un cementerio judío.

Expulsión de 1492

El edicto de expulsión por los Reyes Católicos permitió a los judíos del señorío de Béjar vender, permutar y traspasar sus casas y deudas a terceras personas. Don Álvaro II amedrentó al vasallaje con la confiscación de los bienes que adquieran a los expatriados. Consideró que pertenecían a su hacienda. Pese a las intimidaciones, judíos y cristianos burlaron la normativa ducal. Mosé Escapa traspasó su casa a una mujer de Granadilla por una fianza. Ça Cohen malvendió su vivienda por menos de la mitad de su valor real en el mercado. Otros exiliados no consiguieron compradores para su hacienda y abandonaron sus casas y sus viñedos. Nehoray Salvadiel abandonó una viña en pago del Collado Tijera y Mosé Orabuena en el lugar del Mediano. Los exiliados dejaron los viñedos cultivados y preparados para la recolección.

Fernando Saiçilero protegió la salida de los judíos expatriados hasta la frontera con Portugal para evitar las extorsiones, fraudes y pillaje a los que estuvieron sometidos en el camino del destierro. A los judíos exiliados de Plasencia les acompañó el capitán Francisco Hernández Floriano. Algunos judíos retornaron a Hervás, en febrero de 1494, acogiéndose la medida de repatriación dictado por los Reyes Católicos en noviembre de 1492. Fueron encarcelados por orden del duque de Béjar pero los monarcas ordenaron su envío a la corte por causas que se desconocen. Los cristianos nuevos adoptaron como primer apellido los habituales cristianos, como Pérez, Gil, Muñoz, Gómez y Sánchez. Desplazaron el linaje hebraico al segundo lugar: Alvarado, Hontiveros, etc.

Cristianos nuevos

La asimilación de los judíos en el cristianismo no fue un lecho de rosas. El dogma de la transustanciación de la hostia y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo en el IV concilio de Letrán, en 1214, originó la calumnia religiosa de la hostia consagrada. El robo y ultraje de una forma consagrada en la iglesia parroquial de Aldeanueva del Camino sirvió de plataforma para diseñar el escarnio eucarístico supuestamente cometido por los cristianos nuevos, y la exudación de un crucifijo pintado en el altar de la iglesia parroquial de Santa María, en 1506. Atribuido en un libelo posterior a la virgen Nuestra Señora de la Quinta Angustia. Los diversos procesos inquisitoriales de pureza de fe incoados contra los cristianos nuevos del señorío de Béjar, que practicaron en secreto la fe de Moisés, condujeron a la hoguera a los que no se retractaron del delito judaísmo, en 1514 y 1515.

Los cristianos nuevos iniciaron el camino de la integración. Participaron en las cofradías. Hacia 1578, el duque de Béjar, don Francisco II, dividió Hervás en dos partidos políticos. Los «labradores», identificado con los cristianos viejos, y los «mercaderes», o cristianos nuevos. Impuso el estatuto de limpieza de sangre solamente en los candidatos mercaderes. De esta manera desplazó de la vida política a los que tuvieran antecedentes de fe en la Inquisición. Con la medida segregacionista, el duque de Béjar interrumpió el proceso de asimilación de los mercaderes en la vida política. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Las cofradías xenófobas impusieron la barrera selectiva del estatuto de limpieza para recusar la admisión de los mercaderes. Y en el tema urbanístico, Hervás quedó fragmentado en dos barrios enemistados. El de Abajo, identificado con los labradores y cristianos viejos, y el de Arriba, con los descendientes de judíos.

Este fue, a grandes rasgos, el retrato de Hervás en el siglo de Oro hasta la extinción definitiva de los estatutos políticos, en 1661. La integración religiosa, política y social de los mercaderes diluyó el recuerdo «judío» en los libros de historia, en los manuales académicos y en las crónicas de viajeros de los siglos XVIII y XIX. Y afloraron las invenciones judías de Hervás, en el decurso del siglo XX.

Invenciones

La función de la memoria se caracteriza no sólo por el acto de recordar los hechos del pasado. También por su capacidad para olvidar, y desfigurar, los sucesos de la historia. La ausencia de un riguroso trabajo de investigación de archivo sobre la historia judía local dejó el campo expedito al arado de las "leyendas". "Leyendas" que no eran sino meras invenciones de reciente cuño, como la fantasmagoría del centinela apostado en la calle Centiñera que vigilaba que los judíos no se mezclaran con los cristianos. O los judíos financieros de las guerras de reconquista de los Reyes Católicos, lo cual es difícil de creer teniendo en cuenta que el 25 por 100 de la población judía carecía de bienes. El cuentecillo del collar de la reina Violante transformado en el tesoro de la reina mora. O el onomatopéyico viento de la Maruja (el silbo invernal del Pinajarro) travestido en el epopéyico lamento de la judía errante Maruja.

Con estas mimbres de ficción, Miguel Murillo ha dramatizado el texto La estrella de Hervás, facturado al espectador con el integumento de "raíces históricas judías". Sería interesante que la Universidad de Extremadura promoviera un congreso sobre el teatro histórico extremeño en el siglo XXI. En definitiva, Hervás tiene una historia judía documentada, con sus ritos, tradiciones y costumbres. Y no necesita recurrir a las tradiciones inventadas, ni al señuelo del teatro pseudohistórico para promocionar su cultura entre los visitantes.

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