El periplo de los Serfaty

13.10.2024

Texto: Juan A. Flores Romero

     Si existe un apellido hebreo en el mundo cuya grafía depende del lugar donde uno se mueva, ese es Serfaty. También lo podemos ver escrito como Sarefaty, Sarfati, Serfati, Zarfati y quizá se me pasen más maneras de garabatearlo. Este nombre ha sido mantenido por muchos judíos que recalaron en distintas comunidades a lo largo y ancho del mundo; hebreos que, optando por el exilio, pudieron mantener esa raíz hebrea sin necesidad de cambiar su apellido para pasar por buenos cristianos (nuevos) no sin enfrentarse a infinidad de avatares como lo atestiguan los autos de fe contra los criptojudíos muy presentes en nuestras ciudades hasta las vísperas del Siglo de las Luces. Otros quizá puedan traerlo al presente por tradición familiar o por el rastreo que algunos estudiosos han realizado a través de documentos inquisitoriales y administrativos.

     Hoy en día podemos encontrar a los Serfaty en Normandía, Occitania, Argel, Orán, Gibraltar o Lisboa; algunos de los que portan este apellido son personajes de renombre en sus países, como Daniela Sarfati, actriz y cantante peruana, Sonia Sarfati, escritora y periodista canadiense, Abraham Serfaty, líder de la izquierda marroquí antisionista o el adiestrador de perros francés Jeremie Sarfati. Como en toda historia hay una leyenda detrás, y en este sentido, Moisés Hassón Camhi nos habla de que este apellido vino a España de la mano de las hijas del famoso rabino medieval Rashi (1100-1171), un judío de Troyes, comentarista de la Torah y del Talmud y erudito de la halajá o ley judía,  una época en las que muchos hebreos galos optaron por atravesar los Pirineos en dirección a Navarra huyendo de la expulsión de 1306 (otros desastres y desgracias les esperarían en tierras de Sefarad en ese siglo que nacía). Lo anteriormente citado nos indica, por un lado, su más que probable origen francés. La puerta de entrada en Sefarad fue indudablemente Navarra, pues sabemos que este apellido se encontraba en Roncesvalles o Tudela en el siglo XIV. Pero está probado también que aquellos asentados en Navarra emprendieron el camino hacia el sur, animados por la Reconquista y por ese deseo de los reyes y nobles de contar con una comunidad entre los que se hallaban individuos con amplia experiencia en la administración y en la recaudación de impuestos, por una parte, y con una amplia tradición artesana y artística, por otra.

     Uno de los primeros testimonios que nos quedan de la existencia de este apellido en la península fue el del brillante ilustrador de la Biblia de Cervera (Lérida), joya del arte bibliográfico medieval, publicada en 1299. El nombre de este "artesano de la imagen" fue Joseph Ha-Zarfati, que colaboró con el también judío y copista, Samuel ben Abraham ibn Nathan. Los Zarfati, pues, ya participaban de la vida cultural del noreste peninsular en esa España de las tres culturas. Y podríamos decir que las puertas que les cerró Francia, se las abrió Navarra y Aragón. Por tanto, ya tenemos a los Serfaty en la península y, hasta el siglo XIII, se atestigua su presencia en los territorios del noreste. La Reconquista los llevó, sin duda, hacia el sur. En el Inventario Cronológico de Documentos aparecen ya varios judíos de Toledo con este apellido. Ya sabemos además la relación continua entre la judería de Toledo con la de Ciudad Real y, por extensión, con las del sur de La Mancha e incluso Córdoba. En ese Toledo bajomedieval aparece escrito el nombre de varios miembros de esta extensa familia: el de Mayr Sarfati, en el año 1436, que era traductor y, además, en un documento de 1441, se cita a su mujer, doña Clara. Por otro lado, también se atestiguan más nombres en distintos documentos de 1449 y 1485 (ya en época del Tribunal de la Inquisición), concretamente los de Abraham y Heli Sarfati.

     Décadas después, este nombre queda reflejado en varios documentos inquisitoriales. Recuerdo que aún se conservaba este apellido en la península antes de que muchos conversos optaran por borrar cualquier atisbo de nomenclatura hebrea de sus familias. En un documento de la Inquisición posterior a la expulsión, se nombra el apellido en el proceso contra Alfonso Núñez de Sevilla, sentenciado en 1498. Se menciona en la citada sentencia a un grupo de judaizantes entre los que se hallaban dos sastres, Jacob y Salom´ón Sarfati. Eso nos indica, que miembros de esa familia optaron por quedarse en Sefarad bajo identidad conversa y, en años posteriores, cambiarían su nombre por otro más asimilado a los de la mayoría cristiano vieja.

     Ya en 1391, con los asaltos a las juderías de gran parte de España, muchos optaron por ir saliendo de la península para mantener su fe, un proceso que se prolongó hasta 1492. Pues bien, en 1454, en que ya había exiliados en el Imperio Otomano, encontramos al prestigioso rabino Isaac Sarfati, líder de la influyente comunidad de Edirne. De hecho, fue la persona que redactó la carta en la que se recomendaba a todos aquellos hebreos perseguidos en España durante el siglo XV asentarse en el Imperio Otomano. Después de la expulsión de 1492, el apellido se diseminó por todo el Mediterráneo y posteriormente por más puntos del globo. Vidal Hasarfaty (1540-1620) llegó a ser el gran rabino de Fez. Y en siglos posteriores, estudiando tumbas de diversos cementerios neoyorkinos se documentan  bastantes Serfaty entre 1916 y 1965. Muchas otras ciudades de Latinoamérica, como en Argentina o Chile, también acogieron a descendientes de esta familia que fue bastante numerosa en la vetusta Sefarad y que tuvo que disgregarse por el mundo.

    El apellido Serfaty está muy documentado en la meseta sur. Es más que probable que terminaran algunos de sus miembros poblando las juderías de Sevilla y Lucena, esta última llamada "la perla de Sefarad" porque prácticamente la totalidad de sus habitantes eran judíos o cristianos nuevos. Con la expulsión de 1492, muchos de los apellidos judíos fueron desapareciendo -en virtud de aquella hoguera identitaria- pues muchos prefirieron asimilarse con la población cristiana por miedo a ser tomados por infieles judaizantes. Rastreando este apellido en algunas juderías de la meseta sur en la baja Edad Media, podemos concluir que muchos de los judíos "Serfaty" que no lograron escapar y decidieron mantener una identidad criptojudía o judeoconversa cambiaron su identidad por otra que significativamente está muy presente entre la población de estos lugares del sur de la península y donde la labor inquisitorial fue bastante agresiva, como Sevilla, Lucena o Llerena y su comarca, todos ellos lugares muy interconectados y entre los que se desarrolló un importante tráfico de personas, mercancías o ideas. 

     Hay apellidos que significativamente se repiten en estas poblaciones que estuvieron tan interconectadas y, es más que evidente, que los Serfaty adoptaran otros nombres familiares. Hay que recordar que la población judía estaba acostumbrada a esa fluidez entre territorios ya que la población cristiana vieja estaba más adscrita a la tierra y era menos probable que deambularan de un lugar a otro. También ayuda a seguir el rastro de algunos conversos que pudieron cambiar este apellido por otro, el hecho de que cuando había procesos contra judaizantes, la población "afectada" (por ser parientes del reo) solía trasladarse de lugar para no sufrir las consecuencias colaterales ni sentirse estigmatizados. Por mis investigaciones, puedo concluir que algunos de los apellidos que hoy abundan entre Lucena, Sevilla y el sur de Extremadura pueden tener relación con una parte de esa familia Serfaty que optó por la conversión y que decidió abrazar otra identidad igual que miles y miles de judeoconversos en toda la península. Espero contar con tiempo y documentación para poder seguir profundizando en este periplo de muchas familias que, como los Serfaty, separaron sus destinos entre el exilio o el destierro y la continuidad en esa Tierra Santa que los sefardíes poblaron desde tiempo inmemorial. Tal vez muchos recordasen en Pésaj, viviendo en tierra extraña, el deseo de ¡el año que viene en Sefarad!, igual que aquella tradición introducida por los judíos asquenazíes de ¡El año que viene en Jerusalén! Tal vez porque nadie como un sefardí ama tanto su tierra.


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