El misticismo judío
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Fuente del texto: Revista Morashá
INTRODUCCIÓN AL MISTICISMO JUDÍO
Creer, como afirman algunas teorías científicas, que el universo y el hombre son resultado de coincidencias moleculares, implica cerrar nuestra mente y sensibilidad a todo lo que nos convierte en seres humanos. El hombre, a pesar de estar compuesto de materia, no puede definirse por su peso y tamaño, ni por su grupo sanguíneo.
Tu personalidad, ideas, deseos, sueños, amor y odio no son elementos físicos. La ciencia y la razón no pueden responder a nuestras preguntas más angustiosas: ¿tiene sentido la vida? ¿Por qué estoy vivo?
El hombre es esencialmente espiritual. Es cierto que la espiritualidad no es científica ni racional y no puede cuantificarse. El arte tampoco lo es, pero existe igual que la espiritualidad.
Desde sus inicios, el hombre ha mirado tanto al universo como a sí mismo, buscando el contacto con lo Divino, lo Absoluto. A esta búsqueda realizada a través de elementos intuitivos que están fuera del alcance de la razón humana la llamamos misticismo.
El misticismo y las experiencias místicas han sido parte del judaísmo desde sus inicios. La Torá nos habla de visitas de ángeles, sueños proféticos y nos habla de la transmisión de una primera revelación, la tradición oral, que explica cómo la energía espiritual viaja por el cosmos.
La Cabalá (de la palabra hebrea Kabalah, que significa "recibir" o "lo que se ha recibido") es la parte mística del judaísmo. También se la llama Jojmat ha-Emet, la sabiduría de la verdad. El punto de partida y la meta de la Cabalá es el conocimiento de Di-s, "el Principio y el Fin de todas las cosas".
Según la tradición judía, nuestros patriarcas, a través de su intuición espiritual y visiones proféticas, llegaron a conocer y seguir la Ley de Dios y la transmitieron oralmente. Sólo más tarde Dios encargó a Moisés que pusiera por escrito parte de esta tradición: la Torá escrita; la otra parte continuó transmitiéndose oralmente. Moisés eligió a algunos israelitas, llamados nistarim, a quienes enseñó el nivel más secreto de interpretación de la Torá, llamado sod (que significa secreto). En este nivel, la realidad tangible se reduce al simbolismo, la numerología y las fuerzas espirituales. Estas enseñanzas fueron recibidas de generación en generación (kibel), de ahí el nombre Cabalá. El proceso de recepción de la Torá en el Sinaí sirve como criterio único y exclusivo para cualquier tipo de enseñanza judía posterior. El auténtico misticismo judío es una parte integral de la Torá. Así como el cuerpo no puede funcionar sin el alma, el alma es ineficaz sin el cuerpo. El alma de la Torá (nistar, la parte esotérica) nunca puede separarse del cuerpo de la Torá (Niglê, la parte revelada, la Halajá). Reducida a un simbolismo espiritual o filosófico, o a un misticismo emocional, despojada del cumplimiento de las mitzvot, la Cabalá se convierte en una cáscara vacía.
Definición
También llamada Shalchelet ha-Kabbalah "cadena de tradición", la Cabalá es parte de una revelación original, transmitida oralmente de generación en generación. Una "corriente" cuya principal característica es su relación vertical con Di-s. En el extremo superior de esta cadena espiritual está Di-s, en el extremo inferior, en este mundo de acción, el hombre. Esta "corriente de tradición" permite establecer contactos entre el mundo del hombre y Dios.
El hombre que dedica su vida al estudio de la Cabalá, llamado mekubal, "el que ha sido recibido", aspira a conectarse con Di-s, deseando conocer Su Esencia. Conocer en el sentido de acercarse a Él, ya que el hombre es plenamente consciente de la distancia que existe entre él -o cualquier otro hombre- y el Ser Absoluto. Sabe también que al hombre se le niega la posesión completa de la verdad; la omnisciencia es inalcanzable.
La Cabalá plantea interrogantes sobre la creación del Universo; las leyes que gobiernan los mundos; las relaciones que existen entre Di-s, el mundo y el hombre; las emanaciones Divinas, las sefirot; el ser humano, su alma, el motivo por el que está en este mundo, el impacto que tienen sus acciones, etc.
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El estudio de la Cabalá
Durante siglos, los secretos místicos de los profetas sólo fueron conocidos en círculos restringidos. Existían varios requisitos previos para su estudio: las enseñanzas sólo podían transmitirse individualmente a hombres de moral impecable, que observaran la Ley y demostraran responsabilidad. Preferiblemente, mayores de 40 años, casados, con conocimiento profundo del Talmud, Torá y Halajá.
Para penetrar verdaderamente en la profundidad de sus enseñanzas es necesario, además de toda una vida dedicada al estudio y la oración, seguir todos los preceptos de la Ley judía y tener dotes intelectuales y espirituales para ello. Sus textos, además de estar escritos en hebreo antiguo o arameo, están codificados, lo que hace prácticamente imposible que los no iniciados comprendan su significado. El cuidado tenía más el sentido de protección que de prohibición; Nuestros sabios temían que las enseñanzas místicas pudieran ser malinterpretadas o utilizadas de manera inapropiada. El peligro de la búsqueda mística lo plantea un famoso relato del Talmud sobre cuatro rabinos que se aventuraron en el pardês, el huerto o paraíso divino, en clara alusión a los cuatro niveles de comprensión de la Torá.
Entraron en el pardês cuatro rabinos: Ben Azai, Ben Zomá, Acher y Rabí Akiva. Ben Azai miró y murió; Ben Zomá echó un vistazo y se volvió loco. Acher se convirtió en hereje. Rabí Akiva entró y salió en paz.
Esta historia demuestra el peligro de profundizar en asuntos místicos sin la preparación adecuada. (Para más detalles ver "Pregúntale al Rabino", Morashá nº 21, páginas 36, 37 y 38).
Los temores de nuestros sabios sobre la difusión de las enseñanzas cabalísticas se han confirmado a menudo a lo largo de la historia. Fueron utilizados por falsos mesías, distorsionados por místicos no judíos y por seguidores de la ciencia oculta. Extremadamente populares entre los pensadores cristianos del Renacimiento y la Ilustración, los preceptos de la Cabalá fueron reinterpretados para adaptarlos a los dogmas del cristianismo. Los símbolos cabalísticos se utilizaron y se utilizan fuera de contexto en las cartas del tarot o en otras formas de magia o adivinación prohibidas por la Torá. Aunque existe la "Cábala práctica", ésta es un área de la Cabalá conocida por muy pocos eruditos que no recomiendan su uso.
Sin embargo, las enseñanzas de la Cabalá, si se aprenden y utilizan correctamente, ofrecen al hombre una fuente inagotable de sabiduría, ayudándole a afrontar las realidades de la vida. Por ello, grandes rabinos y cabalistas como el rabino Isaac Luria, el Baal Shem Tov, el Gaón de Vilna y, más recientemente, el Rebe Lubavitch, alentaron y ayudaron a difundir el pensamiento cabalístico a través de enseñanzas accesibles a todos. Creían que sin entrar en las profundidades esotéricas de sus enseñanzas, la sabiduría que encarna la Cabalá tiene el poder de enriquecer las vidas de todos los judíos de innumerables maneras y puede ayudarnos a encontrar la razón de nuestras vidas.
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Orígenes
En la tradición judía, la Cabalá no fue un fenómeno, como afirman ciertos estudiosos, que surgió en la Edad Media, alrededor del siglo XIII. Su origen se remonta a Abraham, a quien se le atribuye la autoría del primer texto místico: el Sefer Yetsirá (el libro de la Creación). Afirma que Dios creó el mundo a través de las 22 letras del alfabeto hebreo y las sefirot, emanaciones divinas.
Según la tradición judía, Abraham había aprendido secretos místicos en la academia de Sem y Eiver, fundada por Sem, hijo de Noé, allí también estudiaron Isaac y Jacob, este último durante 14 años. Judá, uno de los hijos de Jacob, lo fundó en Egipto y continuó funcionando en secreto durante los siguientes 400 años. Sabemos, por tanto, que tanto Noé como Adán conocían secretos místicos.
Adán no era un hombre como nosotros; era esencialmente espiritual, con una conexión directa con lo Divino. Intuitivamente conocía las 22 fuerzas creativas que dieron forma al universo. "Conocí" los diferentes caminos que tomaron para entrar en este mundo, el mundo del "aquí y ahora". Adán logró "materializar" los 22 caminos místicos que "vio" en 22 formas distintas, cada una de las cuales se convirtió en una letra del alfabeto hebreo.
Adam también entendió las energías asociadas con cada una de estas letras. Replicar estas energías individuales a través de la respiración creó el sonido de las letras. Cada letra del alfabeto hebreo es, por tanto, el portal a otra realidad. Por eso la Cabalá pone gran énfasis en el análisis de las palabras, sus valores numéricos, la sustitución de letras y sus formas.
Adán era un ser andrógino con características masculinas y femeninas. Sólo más tarde Di-s lo separó en dos. La mayoría de los aspectos masculinos quedaron en Adán y los femeninos en Eva, esta dualidad masculino-femenino permea toda la Creación, tanto en las energías espirituales que definen la mente y las emociones, en las sefirot, como en las letras del alfabeto hebreo.
Abraham Ivri, nuestro patriarca, a quien se atribuye la comprensión cósmica, conocía profundamente lo que más tarde se convirtió en la Cabalá. Era un astrólogo que utilizaba tanto sus poderes místicos como su sabiduría práctica. Hombre poderoso, era conocido en el ambiente donde vivía por ser un sabio místico que tenía extrañas nociones sobre la existencia de una sola divinidad. Sus contemporáneos dijeron que recibió instrucciones de un Dios misterioso y que los ángeles le susurraron al oído.
Abraham había adquirido una conciencia intuitiva de la existencia de un Creador. Pero la Revelación Divina sólo llegó después de su persistente búsqueda de Di-s y de conocimiento sobre Él. A partir de ese momento, Di-s le reveló su carácter único y Abraham comenzó a cumplir sus instrucciones.
Todos los hijos de Abraham recibieron una herencia espiritual. Al quitarle a Isaac a sus otros hijos, Abraham les da un bagaje espiritual.
Entre los hijos de Abraham, están los que se establecieron en la India (Hodu) y comenzaron a compartir sus conocimientos con la gente de la tierra. No sorprende, por tanto, los paralelismos que existen entre el misticismo judío, el hinduismo y el budismo.
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La Cabalá y nuestras vidas
Para sobrevivir en este mundo como verdaderos seres humanos debemos cuestionar nuestra percepción del significado de nuestras vidas.
La Cabalá nos enseña que, antes de venir al mundo, cada uno de nosotros, cada alma, conoce todos los secretos místicos. Al nacer, un ángel "reubica" este conocimiento, este "contenido" de otra realidad espiritual, al subconsciente. Cuando nacemos, "olvidamos" de dónde viene nuestra alma.
El objetivo de la Cabalá es sacar a la superficie esta sabiduría intuitiva y permitir que nuestra singularidad ilumine las vidas de quienes nos rodean. Cada uno de nosotros tiene una misión en la vida, algo que sólo él o ella puede hacer; Cada acontecimiento a lo largo de nuestras vidas es una lección que aprender.
La Cabalá nos enseña a integrar lo material y lo espiritual, nos enseña que sólo estando completamente involucrados en este mundo, conscientes de nuestras responsabilidades, podemos encontrar nuestro verdadero "yo". También nos enseña que cuando compartimos lo que tenemos con los demás, creamos "espacio" dentro de nosotros mismos para recibir aún más.