El legado de los Pisa en Almagro

Autor: Juan A. Flores Romero
En 1485 fue quemado en la hoguera el cadáver de Juan Rodríguez de Pisa que, según declaraciones de sus convecinos, había sido judaizante en vida. La sospecha recayó inmediatamente en toda una familia dedicada a los negocios y muy apegada a las autoridades civiles y eclesiásticas del Campo de Calatrava. Su hijo, García de Pisa, mercader y hombre de negocios de Almagro en el siglo XV, amasó una nutrida fortuna por los contratos comerciales que estableció con poblaciones del Bajo Guadalquivir en Andalucía. No olvidemos que Almagro está situado en un lugar privilegiado, en una encrucijada de rutas ganaderas y comerciales que comunican diversos puntos de la meseta. Según el estudio de Rocío Velasco, "sólo sus tierras tenían un valor de 395.000 maravedíes, poseía 3.300 cabezas de ganado en 1467, contaba con una huerta valorada en 30.000 maravedíes e impulsó la construcción de un molino en la ribera del Guadiana, llamado del Canal, que luego le sería acensado en 1472. Además, con estos pingües beneficios, fundaría la capilla familiar en la iglesia de San Bartolomé de Almagro, que con el tiempo sería uno de los ejes del linaje".
Muchas otras familias conversas comenzaron a relacionarse y a emparentarse con los Pisa como los "De la Sierra", "Villarreal" o los "Gutiérrez de Madrid", incluyendo también a los "Cavallería" y los "Oviedo"; alguno de los descendientes de esta familia financió el Corral de Comedias de Almagro como ya veremos más adelante. Hasta el 1480, el judaísmo se practicó de forma más o menos segura en el Campo de Calatrava bajo la tutela del maestre Rodrigo Téllez Girón. Los Pisa, en concreto, gozaron de una excelente situación económica que, a la larga, les facilitó la compra de títulos de nobleza y así esquivar aquellos estatutos de limpieza de sangre que ya exigiera Pedro Sarmiento en el Toledo de 1449 y que regían en todos los territorios de la Corona.
El mencionado García de Pisa, hombre de finanzas en La Mancha, fundó en 1495, apenas tres años después del edicto de expulsión, una compañía comercial que le llevó a arrendar las alcabalas del Campo de Calatrava a comienzos del siglo XVI. Sus socios inversionistas también eran conversos, como Diego Sánchez de Arroyal, Alonso Gutiérrez y Fernando de Villarreal, lo que demuestra cierta endogamia a la hora de embarcarse en negocios e incluso en los contratos matrimoniales. Los conversos perpetuaron su estirpe casándose entre ellos como fue el caso de María, una hija de García de Pisa, que se une a Alonso Gutiérrez de Madrid, procedente de la rama de los Cavallería, y su otra hija, Aldonza, emparenta con Fernando de Villarreal, que se dedicó al arrendamiento de rentas en el Campo de Calatrava y Jaén, contando también con una extensa cabaña ganadera; tal es así que se calculó su fortuna en más de dos millones de maravedíes a comienzos del siglo XVI. Alonso Gutiérrez de Madrid se afincó en la Corte, llegando a ser tesorero mayor de Carlos V, un hecho que indica esa presencia "judía" en las altas esferas de las finanzas españolas y que tanto criticaron ciertos intelectuales del Barroco como Francisco de Quevedo.
Siguiendo la política matrimonial de los conversos, con la finalidad de posicionar económicamente a los de su estirpe, otra hija de García de Pisa se casó con Marcos de Madrid, también converso, que contaba con una rica cabaña ovina calculada en unas 10.000 cabezas. Además de su inversión en ganado en La Mancha, Marcos se convirtió en banquero de Carlos V y gestionó el rico patrimonio de la Mesa Maestral de Calatrava. La familia de Marcos de Madrid también se hizo con la gestión de rentas en Valenzuela de Calatrava y que les permitió alcanzar la categoría nobiliaria de "señores de vasallos", un primer paso para aspirar a la consecución de títulos nobiliarios que pudieran proporcionarles más prestigio y presencia en las altas esferas, y que además, y no menos importante, borrara su pasado judío. Sobre estos comienzos se levantó la familia Zúñiga, que fueron sus descendientes ya con título de nobleza.
Los miembros de la familia Pisa también se relacionaron y emparentaron con los Cavallería, De la Sierra, Franco, Bonilla, Oviedo, De los Olivos o Villarreal, todos ellos dotados de una ingente riqueza como resultado de los beneficios que les proporcionaban los arrendamientos de impuestos. Prueba de la relación interfamiliar entre estos apellidos fue la boda entre Catalina de Pisa y Rodrigo de la Sierra, miembros de las conocidas familias de judaizantes de la Ciudad Real inquisitorial.
En otra ocasión comenté que el estudio de las dotes matrimoniales ofrece muchas pistas sobre la riqueza real de estas familias; y las del siglo XVI de la familia Pisa, en Almagro, demuestra la gran capacidad financiera de esta familia. Unas dotes que llegan a los 175.000 maravedíes de María Rodríguez o los 170.000 de Aldonza de Pisa.
Una vez alcanzados unos umbrales de riqueza bastante considerables para la época, fruto de sus actividades empresariales y como resultado del arrendamiento de impuestos, el paso siguiente fue desarrollar una estrategia para borrar cualquier pasado judío y ocultar su condición de conversos. La práctica más habitual para eliminar este vestigio a largo plazo era el cambio de apellidos e incluso el traslado de una ciudad a otra para comenzar una nueva vida sin que nadie les vinculase con su pasado hebraico. Y así, el apellido Pisa fue sustituido por otros muchos apellidos. El cambio de domicilio también fue una práctica habitual ya que consta que miembros de esta familia se afincaron en Granada, en Madrid e incluso en Ciudad Real, Toledo o Almagro; como resultado de su política matrimonial emparentaron con los Fernández de Córdoba y fueron cambiando su apellido original por Osorio, Oviedo, Zúñiga o Mejía. Con el tiempo podemos afirmar que una rama de esta familia consiguió un título de nobleza como el marquesado de Mejía o de Torremejía.
Por su parte, Alonso Gutiérrez de Madrid y su esposa, María Rodríguez de Pisa, vivieron afincados en Madrid y se dedicaron a las finanzas en la Corte. Diego y Gonzalo Gutiérrez de Pisa recibieron sendos mayorazgos y su hermano, Felipe, terminó formando en las filas del ejército y decidió a emprender la carrera de Indias con el grado de capitán. En 1541, Diego, su hermano, también se embarca hacia las Indias como gobernador de Veragua, en el actual Panamá, aunque murió asesinado posiblemente por un cacique local unos cuatro años después. Ese mismo año también es asesinado su hermano Felipe por orden de Gonzalo Pizarro, acusado de traición. Existe un estudio de la familia Pisa en este país hispanoamericano fruto de las investigaciones de Elijah Byrzdett.

Esta familia llega a ser nobleza de título por medio del ascenso social y política matrimonial. En Almagro, punto de origen del imperio de los Pisa, se encuentra el Palacio de los Marqueses de Torremejía, recientemente restaurado por Mauricio Fernández Garza, un hombre de negocios mexicano, y que fue construido por Marcos de Madrid, banquero de Carlos V y judeoconverso, y por su esposa, Juana Rodríguez de Pisa, muy cerca de otras casas solariegas que han pervivido como la de Diego de Villarreal y frente al Palacio de Valdeparaíso. El solar lindaba con la casa de otro converso, Pedro de Villarreal, y el hospital de las Ánimas del Purgatorio. Por cierto, la fiesta de ánimas coincidía con las festividades del carnaval y con la festividad hebraica de Purim y se celebra desde el siglo XVI. En ella se recaudan bienes para los desfavorecidos de la comunidad, lo que recuerda a la tzedaká de las aljamas judías y a la tradición de Purim de donar comida a los más pobres. La comunidad conversa fue muy activa en la instauración en el folclore de La Mancha de esta fiesta de ánimas que, aún hoy, se sigue celebrando.
Los espacios anteriormente mencionados se levantaron muy posiblemente donde hoy está la Plazuela de Valdeparaíso. Por su parte, el palacio de Torremejía pasó a propiedad de Alonso Osorio, hijo de Hipólito de Pisa y, tras una serie de avatares, llegó a Gaspar Osorio Mexía y Zúñiga, primer marqués de Torremejía y caballero de la orden de Santiago, títulos otorgados por Carlos III ya en 1734.
El legado más próximo de los Pisa podemos hallarlo en forma de casas solariegas, de títulos de nobleza, pero también dejaron huella en la cultura del Siglo de Oro español. En este aspecto, habría que hablar de un heredero de la rama de los Oviedo, también muy relacionado con los Pisa, llamado Leonardo, que se hizo en 1625 con el Mesón del Toro y una tienda anexa, situado en la plaza mayor de Almagro, con la finalidad de construir allí un espacio para la cultura como ya los había en otros lugares de España y que, además del indudable aporte cultural que iba a dejar en la zona, proporcionaría beneficios económicos nada desdeñables para sí mismo y para las arcas municipales. Leonardo de Oviedo, nacido en 1571, año de la victoria de Lepanto, era hijo de Jerónimo de Oviedo y de Leonor de Santa Cruz, cuyos padrinos de bautismo fueron Juan de Oviedo y María de Buelva, esposa de Baltasar de los Reyes, familias de origen judeoconverso, fundadores, por otra parte, de la capilla de la Adoración de los Reyes, del convento de la Encarnación de Almagro, que luego heredaría la familia Orduña, un culto aquel muy extendido por las familias de origen judío. Este culto a los magos se prodigó entre los siglos XV y XVII avivado por los recién llegados empresarios florentinos como Arturo Strozzi, banquero florentino, que se codeó con miembros de la familia Pisa. Y, en este sentido, Juan García de Pisa, mercader de Almagro, y tal como recoge en un estudio Arcadio Calvo Gómez, dispuso que "en la capilla (antigua iglesia de San Bartolomé) que emos comprado mis cuatro hermanos y yo, e que se haga un buen enterramiento e que en la dicha capilla se ponga un retablo en que esté la historia de los Santos Reyes Magos, porque me es de mucha devoción, e lo he prometido así". Por otra parte, el empresario milanés, Gaspar Rótulo Trincheri, residente en la localidad manchega, insertó en la capilla funeraria de Nuestra Señora del Rosario una pintura de la adoración de los Reyes Magos y otro de las mismas características en la iglesia almagreña de Madre de Dios.
En pleno poderío de los Pisa en Almagro, se desarrolla una potente reforma urbana con la llegada de los Függer o los Fúcares a la localidad manchega de la mano de Carlos V para arrendar la explotación de las minas de Almadén. Las familias que acompañaron a los magnates financieros en su periplo, que hasta el siglo V se habían dedicado a la industria textil en Alemania, también se relacionaron e incluso emparentaron con las familias judeoconversas que vieron en estas transformaciones económicas de La Mancha, una nueva forma de medrar y de sortear el agravio social por su condición de viejos judíos. En la ciudad manchega, se erige en esta época la Casa Palacio de los Jedler con su patio renacentista, con columnas toscanas, en torno al que se levanta el almacén de los Fúcares y sede de la actual Universidad Popular. Juan Jedler y Juan de Juren emparentaron con la aristocracia local entre los que se encontraban miembros de esas familias conversas. Este último se casó con Ana Espinosa de los Monteros, vecina de Almagro, y conocida como "Ana de Pisa".

Ya en el siglo XVII, cuando las familias conversas estaban perfectamente integradas en la vida social, política y religiosa e incluso formaron parte de cofradías y ocuparon cargos eclesiásticos, el licenciado presbítero Leonardo de Oviedo, almagreño de sangre conversa, puso en funcionamiento en 1628 el Corral de Comedias de Almagro, coincidiendo con la época de Felipe IV, gran amante del teatro y de las escenografías, como la que patrocinó en el estanque del Retiro de Madrid bajo la supervisión artística de Pedro Calderón de la Barca y con el desarrollo del arte nuevo de hacer comedias inaugurado por Lope de Vega. Nacía así una nueva era para el teatro donde había cabida para el baile o la música.
En el Renacimiento aún no había corrales de comedias y las representaciones se llevaban a cabo en casas de burgueses, en los templos, mesones y plazas públicas donde se levantaban tablados para que la gente del lugar siguiera los espectáculos. Los primeros corrales de comedias son de la época de Felipe II y Felipe III, en la segunda mitad del siglo XVI. Sevilla, Toledo, Madrid o Valladolid fueron algunas de las ciudades en las que va creciendo este interés por el arte dramático. Los grandes promotores de estos espacios son los hospitales y cofradías con la finalidad de recaudar fondos para pobres y enfermos, y para destinar sus beneficios a obras de caridad. La licencia tenía que otorgarla el Consejo Real y en ese lugar se garantizaba en monopolio de las representaciones teatrales, siendo muy frecuente la demanda de espectáculos en la festividad del Corpus Christi. Las cofradías del Santísimo Sacramento cobran relevancia y se comienzan a representar autos sacramentales, comedias y entremeses. En Almagro, era el propio ayuntamiento el que contrataba a esas compañías teatrales, además de distintos festejos taurinos, y el escenario previo al Corral de comedias fueron las ruinas de San Bartolomé el Antiguo.
La iniciativa privada para realizar un espacio para el teatro fue la responsable de transformar un espacio urbano en la plaza, ya demolido, conocido como Mesón del Toro y propiedad de don Alonso de Molina, en un Corral de Comedias entre 1627 y 1628. Leonardo de Oviedo pidió licencia para construir este corral y consiguió el monopolio de la actividad teatral. Era clérigo de San Bartolomé y ya conocía el Corral de Comedias de Toledo, sito en el Mesón de la Fruta. Otros corrales que fueron referentes en la época fueron el de Ocaña (1621), en el Hospital de Nuestra Señora de la Piedad, y el de Alcázar de San Juan (1623), en el Hospital del Corpus Christi. Este emprendedor manchego, de familia conversa, corrió a cargo de la explotación comercial con algunas concesiones al ayuntamiento, como la cesión de tres ventanas frente al tablado, seis aposentos para alquilarlos y las condiciones de explotación como negocio como, por ejemplo, la exención de pago a los que no estuviesen sentados, el pago de cuatro maravedíes por el "asiento de gradas" o de dieciséis maravedíes por un banco con capacidad para tres personas, así como el reparto de beneficios entre el propietario y el ayuntamiento. El pago de dos maravedíes para el Hospital de San Juan de Dios era obligatorio para todos aquellos que asistiesen a ver las comedias.
El Corral de Comedias se convirtió en un espacio para la cultura y la vida social en el Almagro del siglo XVII. Allí se encontraba el vulgo con la aristocracia sin apenas mezclarse, los hombres con las mujeres, jóvenes y ancianos, disfrutando juntos de un espectáculo único. Una estampa de tardes manchegas entre la aloja y las viandas, o simplemente algo de picoteo, como nos narra Pedro G. Coello en su Crónica de la Farándula:
"Mientras los cobradores pasaban delante, la joven comenzó a sacar las avellanas y compartirlas con Inés. Pero de las avellanas, en una sólo había polvo, en otras un granillo seco como de pimienta, en otras un meollo con sabor de mal aceite, y en algunas, por fin, algo que pudiera comerse con gusto. Otras mujeres que estaban junto a Inés, traían unas buenas empanadas y con gran gusto empezaron a compartirlas y dar buena cuenta de ellas".

Podríamos afirmar que los conversos, sobre todo aquellos que se emparentaron y relacionaron con la aristocrática familia Pisa, lograron bastantes puestos de responsabilidad en la política, las finanzas y la cultura en el corazón de La Mancha, siendo motores del cambio y de las transformaciones de toda la zona. Atrás quedaron las persecuciones de 1474 en Ciudad Real en las que se vieron implicados los "Villarreal", los "Díaz" o los "De los Olivos", muchos de ellos convertidos en almagreños y, en no pocas ocasiones, enredados en el ovillo del Santo Oficio, sobre todo entre finales del siglo XV y los inicios del XVI, el momento más complicado en los que decenas de familias judeoconversas tuvieron que ir capeando el temporal e ir normalizando su adhesión a una realidad que les exigía ser devotos cristianos y fervorosos católicos inmersos en una realidad social que marcó el devenir de aquella España de los Austrias encorsetada en las estrecheces morales y religiosas del Concilio de Trento.
BIBLIOGRAFÍA
- Elyjah Byrzdett. Los Pisa: una familia judeoconversa. Independently published (2023).
- Rocío Velasco Tejedor. De financieros judeoconversos a nobleza titulada. Las estrategias de ascenso social de la familia Pisa (siglos XVI-XVII), en Historia y Genealogía, nº 3 (2013), págs. 243-261.
- Pedro González Coello. Corral de Comedias. Crónica de la farándula. Ciudad Real, Serendipia, 2007.
- Concepción García de León Álvarez. "El Corral de Comedias de Almagro. El Corral de Leonardo de Oviedo".