Chillón mesiánico y judeoconverso

29.03.2025

Autor: Juan A. Flores Romero

     En la historia de los judeoconversos manchegos existen varios hitos relevantes y que fueron decisivos para la política de reasentamientos en la geografía de la meseta sur. El Real de Barrionuevo, en Ciudad Real, y columna vertebral de la vieja judería, fue asaltado en 1449, a imitación de lo sucedido en Toledo, por las tropas dirigidas por el comendador de Calatrava, enfrentándose a los conversos armados que hicieron frente a robos y saqueos en la Ciudad Real asediada por el odio a los cristianos nuevos a los que seguían viendo como una élite al servicio del poder, aunque hubiesen cambiado de religión. Las tropas del clavero y los caballeros calatravos se unieron a los cristianos viejos de Ciudad Real y robaron "las casas de algunos parientes de dicho bachiller e de los otros conversos de Barrionuevo".

     Los líderes conversos fueron asesinados o ajusticiados y se les robaron y quemaron muchísimos enseres. En Toledo y Ciudad Real se vivió una verdadera pugna entre cristianos viejos y conversos que marcará el devenir de los acontecimientos y pondrá las bases del estatuto de limpieza de sangre.

     Esta inseguridad vivida en Ciudad Real provocó un desplazamiento de la población y ciertas familias huyeron rumbo a otros lugares, un hecho que se repitió con los altercados de 1474, un año en que decenas de familias pusieron rumbo a otras localidades, especialmente a asentamientos en el Campo de Calatrava y Palma del Río (Córdoba), y así se puso de manifiesto en escritos de la época:

     "Esta vuestra çibdad se ha començado a despoblar e despuebla de cada un día, e se han muchos de los vecinos e moradores della levado e lievan muchos de los bienes muebles que por los vecinos desta çibdad fueron tomado e robado e se espera en breve comúnmente ser despoblada".

     En 1474 conversos como Alvar García perdieron en las revueltas toda su hacienda y tuvo que recibir ayuda de familiares para poder subsistir y pagar sus deudas ya que hasta aquello que no había pagado le fue arrebatado o saqueado ya que "le fue robada toda su façienda e mueble". Aún sin dinero se le exigía el pago de 3.500 maravedíes por una partida de lana que le fue robada y que no había pagado al proveedor. A Alfonso Gutiérrez de Almagro también se le ocuparon bienes inmuebles por el prior del monasterio de Santo Domingo, arrebatando sus molinos y batanes, y cobrando las rentas que le generaban hasta que legalmente le son devueltas sus propiedades en 1477 por orden de la reina Isabel.

     Mientras tanto, Chillón fue una de las localidades que acogió un buen número de judíos procedentes de La Mancha y de Córdoba, y que alimentaron la floreciente industria textil que competía en calidad con los paños de Flandes, un negocio surtido por la abundante producción de lana de la meseta sur y cuyos batanes se asentaban en el río Guadalmez.

     Chillón se había convertido en parte del alfoz de Córdoba por obra y gracia de Fernando III el Santo en 1243, doce años antes de la fundación de Villa Real, a unos 100 km del todavía Pozo Seco de Don Gil. Las minas de Almadén, muy próximas a Chillón, son asignadas a la Orden de Calatrava, que refuerza su sistema defensivo al ser una población de frontera. Como estrategia defensiva, se amplía el castillo de Retamar, se refuerza el paso por el río Valdeazogues y se proyecta el castillo de Castilseras. Ya en 1301 se inicia un proceso de señorialización de la Puebla de Chillón y la fortaleza de Aznaharón (próxima a aquella localidad). En esa época se constituyen como señores de la puebla la familia Mesa; en 1318 se firma una paz entre las órdenes de Calatrava, Santiago y Alcántara y, en 1344, Chillón se transforma en un señorío bajo el mando de un noble aragonés, Bernardo de Cabrera, que fue nombrado señor por Alfonso XI, y que resolvió la disputa con Alfonso Fernández Coronel por el señorío de Aguilar en plena reconquista de la meseta sur. Cabrera y sus herederos fallecen y el señorío para a manos de Juan Alfonso de Alburquerque y, en 1370, por la familia Fernández de Córdoba, con vinculaciones con la Casa de Aguilar.

     Los Fernández de Córdoba ostentaban el título de Alcaides de los Donceles y, además de Chillón, eran los amos del señorío de Lucena y Espejo, en las que existían populosas comunidades hebreas que pudieron ser trasvasadas, en algunos momentos, a otros territorios de las familias que los ostentaban. Y es muy posible que esta familia construyese en Chillón el Castillo de los Donceles aprovechando la estructura de una torre e iglesia de época anterior.

     Justamente la época en la que Chillón recibe una importante población de judíos es entre 1474 y el año del edicto de expulsión. Precisamente, desde esas fechas hasta 1574, se produce el periodo de apogeo de los Fernández de Córdoba avivado por la poderosa industria textil de la villa, avivada por la influyente y numerosa comunidad judeoconversa que se acogieron a la benevolencia del Alcaide de los Donceles cuando los judíos cordobeses huyeron de la ciudad califal en 1474 por las revueltas, aunque otros muchos terminaron en Sevilla de donde serían expulsados unos años después. En Chillón encontraron una cierta estabilidad al abrigo de su industria y de las autoridades señoriales. La industria textil ofrecía múltiples oportunidades de inversión para aquellos hebreos más acaudalados y trabajo en el curtido de pieles y el tratamiento de la lana de la oveja merina. Se dice que la reina Isabel la Católica regalaba paños de Chillón a sus más fieles damas de cámara y que su calidad era comparable, si no superior, a las telas fabricadas en Flandes, en factorías de Gante, Lombay o Bruselas. Lo que es seguro es que el paño de Chillón fue muy cotizado y su valor en el mercado llegó a ser muy elevado.

     En 1489, con motivo de la persecución contra los judíos en territorio de los Reyes Católicos, el Santo Oficio confiscó la suma de 1.306.599 maravedíes "en Chillón y su aldea, Los Palacios de Guadalmez", lo cual nos indica la presencia de judíos y conversos en estas localidades tan vinculadas a la floreciente industria textil. Esta cantidad es muy superior a lo incautado en lugares que contaban con juderías históricas como Valladolid, Sevilla o Toledo. La riqueza generada en el siglo XV en el Señorío de Chillón fue, sin duda, considerable. Pero en 1554, con la muerte de Luis Fernández de Córdoba, comienza el declive de Chillón. A finales del siglo XVI una serie de malas cosechas y lluvias tardías, casi al inicio del verano, provocaron una grave crisis de alimentos que se unió a la expansión de una epidemia de peste que abarcó el señorío de Chillón y el valle de Los Pedroches.

     Posiblemente, en el siglo XVI, se inscribe la leyenda de "la laguna de la judía", que el autor Carlos Mora recoge en su libro sobre las leyendas de Guadalmez. Esto nos estaría indicando que, en la aldea dependiente de Chillón, existía evidentemente una comunidad judeoconversa. La historia narra los amoríos entre Raquel, una joven judía de Los Palacios de Guadalmez, y un mozo cristiano de Chillón, cuyo final entronca con los de decenas de familias que se enfrentan a su condición de conversos y han de rendir cuentas a la Santa Inquisición. Raquel murió de pena cuando llevaban a ajusticiar a su padre al tribunal de Córdoba por su condición de judaizante y como aviso a navegantes de lo que les podía pasar a aquellos aldeanos que osaran emparentar con cristianos viejos. Previamente, lloró amargamente y sus lágrimas formaron "la laguna de la judía", topónimo que recuerda la esencia de aquella historia en tiempos oscuros. Según la leyenda, la casa de la judía estaría situada en lo que se llamó la Huerta de la Noria, en el espacio que hoy ocupa la vieja molina de aceite de Emilio Manzanares y los almacenes de la casa de quien escribe estas líneas; una vetusta almazara, la de E. Manzanares, que se asentó en la también desaparecida Casa de los Márquez.

     En 1482 el tribunal del Santo Oficio comienza su andadura en Córdoba de quien dependía el señorío de Chillón y cinco años después se producen las primeras confiscaciones a herejes de la zona. Como ya se ha señalado, y así también lo recoge Carlos Mora en su estudio sobre Los Palacios de Guadalmez, aldea de Chillón, fue muy relevante la población judía y judeoconversa en toda la comarca, muy relacionada con la industria de paños y el trabajo de la lana.

     Chillón, por otra parte, también fue un punto fundamental en el movimiento mesiánico que en 1500 se comenzó a desarrollar en varias localidades extremeñas y manchegas y que tuvo como epicentro la localidad de Ferrera o Herrera del Duque. Chillón colaboró indudablemente a la expansión de estas experiencias ascéticas en torno al año 1500, como las de María Gómez, y que fueron un revulsivo espiritual para la comunidad judeoconversa de aquel rincón de La Mancha.

En los anales de la historia, dejó un indeleble rastro el siniestro personaje que delató a la visionaria de Chillón y a muchos de sus paisanos: Isabel Sánchez, "la inquisidora". Esta mujer condujo al inquisidor de Córdoba a la villa de Chillón y, tal como refleja Carlos Mora en su libro, "certificó las acusaciones de herejía y casi un centenar de vecinos fueron condenados a la hoguera un fatídico martes de carnaval de 1501".

Sesenta y siete mujeres naturales de Herrera y de Puebla de Alcocer murieron quemadas en la hoguera, algunas abrazando in extremis la fe cristiana para que se las asfixiase antes de ser devoradas por las llamas y evitar así un sufrimiento extremo. En Chillón sucede algo parecido:

     "En esta sazón vino a nueva esta çibdad que en Córdova avían quemado noventa y tantas personas, hombres y mujeres, naturales de la villa de Chillón, que es en el obispado de Córdova, los cuales fueron engañados por esta dicha moça".

     En 1840, el profesor Ramírez y las Casas-Deza, contaba en una obra sobre geografía del obispado de Córdoba que "por los años de 1494 había en Chillón y pueblos inmediatos muchos judíos y conversos aficionados a la heregía". Esto dio lugar a una ola de delaciones por parte de "la inquisidora", que llevó a la hoguera a muchos moradores del señorío de Chillón, especialmente mujeres.

     Han pasado, además, a la historia local algunos administradores de origen hebreo como Juan Farín, el viejo, mayordomo del Alcaide de los Donceles, don Diego Fernández de Córdoba, aunque posteriormente huyó a Portugal junto a Alvar Gutiérrez de Ponce por temor a la actuación inmisericorde del Santo Oficio. Los bienes de ambos serán confiscados a finales del siglo XV. Ciertos acusados por la Santa Inquisición exigieron la devolución de sus bienes al alegar "falsa acusación", un hecho muy común entre las gentes para evitar pagar deudas contraídas con los cristianos nuevos o judeoconversos.

     Está documentado que el licenciado Francisco Gasca Salazar llevó a cabo una visita inquisitorial en 1577 a varias localidades del entorno de Los Pedroches. Y en la primavera de ese año visitó Chillón y Los Palacios de Guadalmez, así como las siete villas del valle de Los Pedroches cuyo balance final fue de 24 hombres y 17 mujeres arrestados, entre ellos varios clérigos. Otros de los actos perseguidos entre Chillón, Guadalmez, Peñalsordo y Belalcázar fueron los delitos relacionados con la brujería y la hechicería que convivieron con el de judaizar, blasfemar o ser acusado de bigamia.

    En 1587, diez años después de aquella visita del Santo Oficio, Chillón sufrió una gran merma de población quedándose reducida a 28 familias. También la expulsión de los judíos y la persecución de los conversos, documentadas a inicios del siglo XVI, avivado por el movimiento mesiánico de la profetisa de Herrera, con su réplica en Chillón y otras localidades, hizo que la población judeoconversa se fuese diseminando muy probablemente por las siete villas de Los Pedroches dedicándose al negocio de los paños.

     A finales del siglo XVII desaparece el señorío de Chillón y, con Carlos III de Borbón, el estado adquiere las minas de Almadén que habían pertenecido a la familia de banqueros afincados en Almagro: los Fúcares o Függer en pago de la deuda que Carlos V había contraído con ellos. Con Carlos IV se intensifica la actividad de la mina obteniendo el mercurio necesario para la extracción de la plata de Nueva España. También se necesitaba mucha madera para las labores mineras por lo que el estado compró Chillón y Los Palacios de Guadalmez en 1778 al duque de Medinaceli; una de las obras que se acometió en la zona fue, por cierto, la construcción de puentes para facilitar el transporte de la madera.

     Volviendo al siglo XVI, la industria textil pasó a Los Pedroches gracias a los judeoconversos que fueron abandonando la villa de Chillón a finales del siglo XV y que se instalaron en poblaciones del valle cordobés, territorio de realengo, aunque es muy posible que a lo largo del siglo XVI muchos conversos se mantuvieran en Chillón, pues en las Relaciones Topográficas de Felipe II, en 1598, en dicha villa y su anejo de Los Palacios de Guadalmez, perteneciente al marqués de Comares, además de cristianos viejos labriegos, se documentan vecinos muy hacendosos, en distintos oficios, y muy hábiles en la fabricación de paños y el tratamiento y lavado de la lana merina, un negocio que había estado tradicionalmente en manos de hebreos. Entre los oficios, muy propios de la población judía, se documentan criadores de ganado ovino y caprino, y otros oficios como los de sastre, tendero, tintorero o zapatero. En las Relaciones Topográficas se recoge que Chillón ya es una villa venida a menos por la quiebra de la industria pañera; y se sabe que los lavaderos de la lana merina se trasladaron a Puertollano, más próximo al valle de Alcudia, que era generalmente donde más ganado se esquilaba. La lana merina era muy demandada en Europa, donde existían otras factorías, y hubo estrechas conexiones con la ciudad de Florencia, que se constituyó en centro lanero, una ciudad de donde provenía curiosamente la familia Strozzi, afincada en Almagro.

     Los tejedores de paños de Chillón se asentaron, por tanto, en las siete villas de Los Pedroches o la llamada "Campana de Los Pedroches" formada por "Villapedroche, Torremilano, Torrecampo, Pozoblanco, Villanueva de Córdoba, Alcaracejos y Añora", tal y como se recoge en el estudio de Arturo Luna, que hace referencia a una tierra pródiga en rebaños ovinos.

     En el siglo XVII, los pañeros de Chillón ya habían echado raíces en las villas de Los Pedroches y muchos de los vecinos de este área compraron la Dehesa de la Jara, una sociedad ganadera, podríamos decir, que administraron estas tierras y se repartieron sus beneficios. Entre mediados del siglo XVI y el siglo XVII las dos localizades de la zona más pobladas fueron Torremilano y Pedroche, con el 44% de la población de Los Pedroches, y a finales del siglo XVII esta tendencia cambió en favor de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba con el 52% de la población de las siete villas. En estas localidades se tejían paños de gran calidad con la lana ovina tanto de la campiña como de las sierras, y se estima que más de la mitad de la producción cordobesa de paños de calidad salían de las factorías de las mencionadas siete villas.

Bibliografía

- Carlos Fernández-Pacheco. La revuelta antijudía en Ciudad Real y sus consecuencias.

- Arturo Luna Briceño. La industria textil de Los Pedroches.

- Carlos Mora Mesa. Guadalmez, de manantial a río. Málaga, Ed. Parnaso, 2010.

- Carlos Mora Mesa. Cuentos y leyendas de un valle mágico. Ciudad Real, Imprenta Provincial, 2015.

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